Image: Astillas

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Ensayo

Astillas

Rosa Chacel

28 junio, 2013 02:00

Rosa Chacel, con Miguel Delibes y Rafael Alberti, en 1991 (Fundación Jorge Guillén)

Edición de A. Rodríguez Fisher. Fundación Banco Santander, 2013


Es una labor imprescindible el rescate del patrimonio intelectual y literario de una cultura para que esté a disposición de los ciudadanos del presente y de generaciones futuras. Este principio elemental sirve como criterio decisorio en la siempre polémica recuperación de la obra inédita u olvidada de un escritor, con independencia de su mérito intrínseco y del motivo por el cual no llegara a tener estatus público o se haya olvidado. No importa tanto el valor de aquello que por reservas morales, ideológicas, artísticas o por simple descuido no estampó un autor en vida como mostrar su obra en extensión. Esta disponibilidad de conocerlo bien y en su integridad es lo capital.

Viene el anterior párrafo a cuento de una de esas valiosas actuaciones que añaden nuevos materiales al corpus de un autor ya bien editado. Se trata en este caso de Rosa Chacel (Valladolid, 1898-Madrid, 1994). La tenaz discípula de Ortega y Gasset, largos años exiliada tras la guerra civil, hizo un trabajo amplio, aunque no copioso, derramado en el ensayo, las memorias, la narrativa y la poesía, que cuenta con una satisfactoria Obra completa en nueve tomos promovidos por el infatigable Antonio Piedra en la Fundación Jorge Guillén. Algunos textos que habían quedado fuera de esta recopilación general se agavillan ahora bajo el título Astillas.

Este "cuaderno" patrocinado por el Banco de Santander recoge una veintena de textos o documentos cuya nota común es su carácter misceláneo, y, dentro de ella, la ausencia de materiales creativos, pues nada hay ni de narrativa ni de poesía. La mitad de los escritos permanecían inéditos en el archivo de la autora, mientras que otros ya habían salido en libros tanto propios como ajenos o en la prensa. Cierran el volumen cuatro curiosas cartas de los años setenta donde la escritora veterana felicita al novel Javier Marías y le da maternales consejos. Habría resultado conveniente incluir las respuestas, de conservarse, del recién estrenado novelista.

El carácter misceláneo del "cuaderno" no impide ver en él algunas líneas directrices. La nota común mayor reside en la pervivencia en todos los escritos, incluso en los más circunstanciales y de menor empeño, de la consabida actitud intelectual de la escritora, junto a esa prosa suya de minuciosa elaboración, culta por mor de la exigencia reflexiva que la ahorma. Dentro de estos rasgos compartidos por todos los escritos rescatados (incluidas las cartas), un bloque de interés para los aficionados a las cosas de la vallisoletana consiste en varios trabajos referidos a su propia obra, un par de conferencias, un discurso y el prólogo inédito a uno de los libros chacelianos más celebrados, la autobiografía infantil Desde el amanecer. En estos textos en que "cuenta el cuento de su vida" da detalles que facilitan una lectura más honda y rica de su narrativa, a la vez que aflora en ellos la gran veta de Chacel, un memorialismo intenso y lúcido que sabe trascender la experiencia humana universal. Otros escritos se vuelcan en la consideración de la temporalidad, también motivo genérico suyo. Alguno versa sobre temas más ocasionales. Una divagación sobre los toros declara su desagrado por la fiesta, pero no la ataca, dice, porque no se puede "borrar" el toreo "de la memoria hispánica". La sensibilidad de Chacel para el arte plástico, en el que se adentró de niña, impregna otras reflexiones, un escrito rebelde y melancólico sobre su marido, el pintor Timoteo Pérez Rubio, y unas consideraciones, de lo mejor del volumen, sobre Cernuda "a través de Gregorio Prieto".

No añade Astillas nada capital a la obra chaceliana, pero la redondea y hay que felicitar a la Colección Obra Fundamental por facilitar que gracias a este "cuaderno" se pueda tener ya, al parecer definitivamente, completa.