Image: Historia de la Mafia. Cosa Nostra, 'Ndrangheta', Camorra. De 1860 al presente

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Ensayo

Historia de la Mafia. Cosa Nostra, 'Ndrangheta', Camorra. De 1860 al presente

John Dickie

23 octubre, 2015 02:00

Cristo y los dos ladrones miran desde la altura el núcleo territorial de la 'Ndrangheta'

Traducción de J. Collyer. Debate. Barcelona, 2015.848 páginas, 39'90€ Ebook: 12,99€

En Historia de la Mafia. Cosa Nostra, 'Ndrangheta', Camorra. De 1860 al presente, el investigador británico John Dickie (Dundee, 1963) se ha fijado la tremendamente ambiciosa tarea de escribir las historias de las tres principales organizaciones criminales de Italia desde sus orígenes a mediados del siglo XIX hasta la actualidad. El resultado es un libro que tan pronto impresiona como exaspera. Dickie ha reunido y asimilado una asombrosa masa de material (decenas de miles de páginas de documentos judiciales, informes periodísticos y fuentes secundarias) y ha seguido a innumerables personajes diferentes (bandidos, capos del crimen, policías, jueces, políticos) en diversos lugares a lo largo de un lapso de 150 años. Y, sin embargo, a pesar del volumen y la diversidad, ha logrado mantener un argumento y una historia. Dickie entretiene al lector con docenas de tipos fascinantes, tanto nobles como aterradores, al tiempo que emite juicios a menudo agudos que contextualizan la historia como un elemento clave de la vida italiana.

Al mismo tiempo, el autor, en su intento de dar coherencia a todo ese material, se excede en sus proclamas acerca de la unidad esencial de los diferentes grupos criminales de Italia. Si hubiese abreviado su libro un veinte por ciento, reducido la temperatura retórica unos 20 grados y moderado algunas de sus afirmaciones más ambiciosas, habría quedado una historia extremadamente valiosa del crimen organizado en Italia.

En ese país, la Mafia -sostiene Dickie- es un fenómeno moderno, y no algo antiguo, como muchos creen. A raíz de la unificación italiana, con la caída del reino de las Dos Sicilias, en el sur de la península se crearon las condiciones para que se incubase una nueva y peligrosa forma de crimen organizado, de manera muy similar a lo que ocurrió en Rusia tras la desintegración de la Unión Soviética. Los ingredientes clave fueron el derrumbamiento del orden público, la proliferación de nuevas oportunidades para enriquecerse rápidamente, la ausencia de instituciones creíbles que proporcionasen la protección básica y la presencia de emprendedores violentos listos para sacar provecho. La introducción de la democracia, como señala el historiador, también fue importante: los poderosos capos mafiosos podían ser útiles para obtener apoyo electoral, intimidar a los adversarios políticos, contribuir a controlar a los delincuentes de poca monta y a repartir los beneficios ilícitos con los políticos corruptos.

Mientras que una dictadura o una monarquía absoluta podían detener y ejecutar a delincuentes conocidos con pocas o ninguna prueba, los procedimientos legales de la Italia democrática ofrecían numerosas oportunidades para que la nueva categoría de delincuentes utilizase sus poderosas conexiones con el fin de conseguir alguna clase de impunidad. La incapacidad para darse cuenta de esto, aduce el autor, hizo posible que una forma mucho más insidiosa de crimen organizado se introdujese en todos los niveles de la vida del sur de Italia, convirtiéndose en una especie de "estado dentro del Estado" que vaciaba la región de recursos y mantenía a gran parte de ella en una situación de subdesarrollo semipermanente.

El autor, que ha seguido a innumerables personajes a lo largo de 150 años, logra mantener un argumento y una historia sólidos

Esta parte de la argumentación de Dickie, si bien no es nueva, es perfectamente coherente y está ilustrada con contundencia. Pero el autor va más allá y hace afirmaciones mayores, más osadas y con menos base. Insiste en que esos grupos mafiosos son fraternidades secretas con rituales de iniciación y reglas codificadas, algunas de las cuales se han mantenido largo tiempo y se encuentran en Sicilia, Calabria y Campania (la región que rodea Nápoles) en diferentes variantes. En opinión del autor, esto constituye una prueba de que las tres principales mafias italianas -la Cosa Nostra siciliana, la Camorra napolitana y la 'Ndrangheta' calabresa- han tenido continuidad y han estado unificadas durante un periodo de ciento cincuenta años, y que son diferentes caras de lo que, en esencia, es la misma organización. El profesor Dickie emplea con frecuencia el término más bien inusual de "Honorable sociedad" para referirse a una única fraternidad criminal que conecta a los tres grupos regionales. De hecho, los fiscales italianos (en todos los casos recientes que conozco bien), nunca usan esa denominación, y los tratan como organizaciones distintas con grados diferentes y a menudo variables de centralización. En las tres organizaciones, los clanes mafiosos individuales tienen una autonomía considerable, y a menudo existe entre ellos una competencia enconada y, en ocasiones, asesina.

Con el fin de llegar a un público más amplio, Dickie ha revestido su narración con el lenguaje de la literatura basada en crímenes reales. El libro (en particular la primera mitad) está repleto de expresiones tales como "la lobreguez sepulcral de una mazmorra", "el mudo aullido de la rabia", "retorciéndose entre atroces dolores", "siniestra trama secundaria" o "cargado de intriga". Y ha elegido llenar una gran parte de sus ochocientas cincuenta páginas con historias delincuencia macabra, asesinatos espeluznantes y policías valientes pero condenados al fracaso a costa de un contexto histórico más extenso. En opinión de Dickie, la clave son los rituales de iniciación que tanto destaca. En determinado momento cuenta que, en 1876, "el gobierno italiano descubrió la prueba más importante de las encontradas en toda la historia del crimen organizado en Sicilia. El jefe de policía de Palermo escribió una carta al ministro del Interior para describirle por vez primera el ritual de iniciación que practicaban los mafiosi en un asentamiento de la Conca d'Oro llamado Uditore" (p. 111). No comprender la importancia de ese descubrimiento, dice, tuvo como consecuencia "un siglo de masacres".

Dickie entretiene al lector, pero en su intento de dar coherencia, se excede en sus proclamas y su punto de vista
Sin embargo, esta obsesión por los rituales de iniciación y las historias individuales resulta en una interpretación esencialmente errónea del fenómeno de la Mafia. En los inicios de la Inglaterra moderna existían bandas criminales con una organización y unas redes de solidaridad considerables, al igual que en muchas otras partes de Europa. No obstante, la mayoría de ellas desaparecieron en los siglos XVII y XVIII a medida que el Estado central se consolidaba y eliminaba la mayor parte de las formas de violencia privada. Este proceso de formación del Estado no tuvo lugar en Italia hasta mediados del siglo XIX, y fue considerablemente deficitario en el sur. Los grupos de tipo mafioso prosperan en lugares donde hay un vacío de poder -países con estados débiles como México, Colombia y la Rusia postsoviética- o entre poblaciones inmigrantes aisladas y homogéneas como las de los barrios italianos, irlandeses o judíos de los Estados Unidos de comienzos del siglo XX. Lo mismo se ha observado más recientemente en los barrios pobres de las ciudades, cuyos habitantes temen más a los capos de la droga que a la policía.

Bandas como los Crips, los Bloods y los Latin Kings tienen rituales, formas de vestir reconocibles y códigos secretos muy similares a los de las mafias del sur de Italia. Los rituales y los códigos de conducta cumplen una doble función: refuerzan la solidaridad y funcionan como una poderosa "marca" para el mundo exterior. Saber que una persona en concreto es un mafioso o el jefe de una banda suele bastar para obtener la cooperación de alguien sin un solo disparo.

Las bandas italianas, irlandesas y judías perdieron fuerza a medida que las poblaciones inmigrantes fueron accediendo a la clase media y empezaron a confiar en la policía -y a temerla- más que a los gánsteres. Brasil, por ejemplo, ha logrado cierto éxito mediante un esfuerzo concertado para mejorar los servicios y el empleo en las favelas en las que, no hace tanto, las bandas de narcotraficantes eran prácticamente omnipotentes.


La cuestión principal, pues, no es por qué la policía italiana no comprendió la importancia de los rituales de iniciación, sino más bien por qué el Estado italiano no extendió su control a todo el sur de Italia.

Considerando su exhaustividad, Historia de la Mafia habría hecho mejor servicio al tema si hubiese dedicado menos páginas a las fechorías truculentas y más a la espinosa "cuestión del sur"-la incapacidad para implantar en esa zona un sistema de derecho y una economía normal-, y hubiese dejado espacio a ese sanguinario "estado dentro del Estado".