Mario Vargas Llosa presenta su libro 'La mirada quieta (de Pérez Galdós)', este jueves en el Ateneo de Madrid. Foto: Marta Fernández/Europa Press

Mario Vargas Llosa presenta su libro 'La mirada quieta (de Pérez Galdós)', este jueves en el Ateneo de Madrid. Foto: Marta Fernández/Europa Press

Ensayo

Mario Vargas Llosa, lector de Galdós: "Fue un gran escritor, pero muy irregular"

El nobel hispanoperuano publica 'La mirada quieta (de Pérez Galdós)', un ensayo en el que comenta una a una todas sus novelas, sus obras de teatro y sus 'Episodios nacionales'. Su mayor virtud: el "esfuerzo de objetividad". Su gran punto débil: el narrador de sus historias. 

7 abril, 2022 15:36

Mario Vargas Llosa aprovechó la pandemia para cumplir con una tarea que tenía pendiente desde muchos años atrás: leer las obras completas de Benito Pérez Galdós. Había leído Fortunata y Jacinta en su época de estudiante, pero desconocía el resto de su obra. En 18 meses leyó todas sus obras de teatro, sus novelas y, por supuesto, sus Episodios nacionales, dejando a un lado su ingente producción periodística, que “pasó sin pena ni gloria, como algo transitorio y superficial”.

Todas esas horas de lectura no han caído en saco roto ni han quedado exclusivamente para provecho propio del nobel hispanoperuano, sino que han dado sus frutos en forma de ensayo literario en el que Vargas Llosa ha plasmado sus impresiones sobre la literatura galdosiana, obra a obra. Se titula La mirada quieta (de Pérez Galdós), lo edita, como el resto de sus libros, el sello Alfaguara, y lo ha presentado este jueves en el Ateneo de Madrid, ese templo de las artes y las letras que tanto frecuentó el escritor canario, que fue durante 55 años su socio número 2.762.

Este es el noveno libro que Vargas Llosa dedica al estudio de otros escritores, después de haberlo hecho con Rubén Darío (su tesis doctoral, publicada como libro en 2001), García Márquez, Victor Hugo, Borges, Onetti, Flaubert y José María Arguedas, así como Joanot Martorell y su novela de caballerías Tirant lo Blanc.

La directora editorial de Alfaguara, Pilar Reyes, ha revelado el contenido de un correo electrónico en el que Andrés Trapiello —que presentará el libro junto a su autor como acto inaugural de la Noche de los Libros de Madrid, el próximo 22 de abril—, califica el libro de Vargas Llosa como “sagaz”, “desprejuiciado”, “libre” y “apasionado”, ya que el autor de Conversación en la catedral ha leído a Galdós como a cualquier otro autor, sin ningún tipo de imposición por tratarse de alguien tan instalado en el canon de la literatura española.

En cuatro o cinco páginas cada una, Vargas Llosa comenta todas las novelas de Galdós, desde la primera, La sombra (1870), “una historia bastante desatinada, sin poder de persuasión” y en la que todo lo que ocurre “es delirante”, hasta la última, El caballero encantado (1909), “un disparate simpático con el que Pérez Galdós se despide del género novelesco”. La Fontana de Oro (1871), su segunda novela, es “más larga y compleja que la primera, aunque no mucho más lograda”. La popular Marianela es “una buena novela” aunque “la prosa cae en el buenismo”. Tristana es “una de las mejores”, y Fortunata y Jacinta, la novela que los críticos y el público consideran el libro más importante de Benito Pérez Galdós, es también para Vargas Llosa “su mejor novela y una de las más importantes que se han escrito en España”, aunque “es inútil compararla con el Quijote de Cervantes”.

Don Benito el garbancero

Vargas Llosa ha recordado una vez más el poco aprecio que tantos contemporáneos tuvieron hacia la obra de Galdós. Tildado famosamente de “garbancero” por Valle-Inclán, muchos consideraban su prosa vulgar y a la campaña surgida a su favor para que la Academia Sueca le concediese el Nobel de Literatura se opuso otra en su contra que consiguió reunir más firmas que la primera. Ese fue, probablemente, el principal motivo por el que el autor de Misericordia nunca obtuvo el máximo galardón de la literatura universal, que sí obtuvo, un siglo después, este nuevo lector y comentarista de su obra.

A pesar de las críticas de otros literatos, Pérez Galdós fue un autor enormemente popular, gracias sobre todo a sus Episodios nacionales. El día de su entierro, el 5 de enero de 1920, al menos 30.000 madrileños acompañaron sus restos hasta el cementerio de la Almudena.

Vargas Llosa cree que Pérez Galdós fue “un gran escritor”, a pesar de que fuera “muy irregular” y no fuera un estilista preocupado por alcanzar la excelencia de la prosa. “No era como Flaubert, que rehacía y rehacía cada frase. Él tenía una idea para una novela, la transmutaba en palabras y se quedaba contento con lo que le salía”, ha afirmado. “Escribió cosas muy desiguales, algunas obras maestras y otras bastante imperfectas”.

No obstante, “cuando acertaba, acertaba de una manera muy notable”, ha subrayado el escritor. “Es el caso, por supuesto, de Fortunata y Jacinta, acaso la novela más importante del siglo XIX en España”. También ha destacado Misericordia como una de sus mejores obras, donde dejó constancia de la enorme diferencia entre la minoría privilegiada y el grueso de la población, que vivía en una pobreza en muchos casos extrema, en una ciudad, Madrid, “que llegó a conocer maravillosamente bien”. “Las escenas de Misericordia son terribles y al mismo tiempo hay una humanidad y una alegría de vivir” que se abre paso a través de la miseria. En este sentido, la novela refleja “unas características que tienen que ver fundamentalmente con el pueblo español”.

Virtudes y defectos

Entre las virtudes de Galdós, Vargas Llosa ensalza su “gran esfuerzo de objetividad”, especialmente palpable en sus Espisodios nacionales. Galdós era republicano y criticaba la presencia abrumadora de la Iglesia católica en la vida privada de la gente, pero aunque fuera en detrimento de sus propias ideas políticas, “narraba los hechos tal como ocurrieron, con un extraordinario esfuerzo de imparcialidad”.

Con los Episodios nacionales, Galdós “quería presentar de manera cómoda, simpática y bastante objetiva los grandes acontecimientos históricos del siglo XIX en España, para que sus compatriotas tuvieran acceso a ellos”. Y lo hizo de “una manera que no es propiamente la de los historiadores, sino de un novelista que añade muchos episodios de su propia cosecha y sin embargo dando un panorama bastante fiel a lo ocurrido históricamente en aquellos años”.

Dentro de los Episodios nacionales, Vargas Llosa destaca algunos de ellos narrados “maravillosamente”, como el asesinato de Prim y la formación de las guerrillas durante la Guerra de la Independencia.

El título del ensayo de Vargas Llosa, La mirada quieta, hace referencia a una manera de narrar que “congela la realidad”. “Donde funciona, es una virtud, aunque no siempre funciona”, admite el autor de Pantaleón y las visitadoras. Cuando sí lo hace, se muestra como una estrategia “eficaz” en la que “un único episodio puede conformar una novela entera que queda inmovilizada por la prosa”.

Uno de los puntos más débiles de Galdós tiene que ver con la figura del narrador, opina Vargas Llosa. “Hay en Pérez Galdós una ceguera con respecto a la gran contribución de Flaubert, que inventó un narrador invisible al que comparaba con Dios porque debe estar en todas partes y no ser visible en ninguna. Es algo que Pérez Galdós no entendió o no practicó nunca en sus novelas. En muchas de ellas el narrador era el propio Galdós, que se presentaba como un personaje que contaba historias del resto de personajes, pero no decía cómo se había enterado de sus intimidades y cómo era posible que pudiera referir los pensamientos ajenos”, explica Vargas Llosa.

“Generalmente ocurría como en los clásicos de la novela —continúa el autor—: comenzaba narrando supuestamente a partir de su propia experiencia o a partir de informaciones de terceros, pero luego se olvidaba de sí mismo, desaparecía el personaje narrador y continuaba narrando la historia como si esta fuera autosuficiente”.

Aunque Vargas Llosa reconoce que Galdós narraba de manera tradicional y fue sordo a “la revolución que estaba ocurriendo en esos mismos días en la novela en otros lugares”, “tenía a la vez una desenvoltura y una manera de alcanzar a distintos tipos de lectores que pocos escritores españoles han tenido antes que él”.