Una bonita fábula sobre el poder transformador del cariño protagoniza esta historia del prolífico Sierra i Fabra, en la que un árbol solitario pasa el día lamentándose de los niños que se cuelgan de sus ramas o los perros que hacen pis sobre sus viejas raíces. Sólo cuando llegue el otoño y, desnudo de sus hojas, comience a sentir la angustia de la enfermedad caerá en la cuenta de que, a pesar de su amargura, él era importante para todos los que estaban a su alrededor. Así se lo demostró la legión de niños que vistió sus ramas con millones de bolas de plastilina aquel día en que iba a ser talado por los técnicos del ayuntamiento. Un relato para que grandes y pequeños reflexionemos sobre la necesidad de salir de nosotros mismos y abrirnos a los demás para encontrar la verdadera felicidad.