Image: El paraíso de los pobres

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Ensayo

El paraíso de los pobres

Suzanna Jansen

26 septiembre, 2014 02:00

El general Van Den Bosch organizó en el XIX la construcción de "colonias libres" en Veenhuizen

Traducción de Goedele de Sterk. Ático de los Libros, 2014. 285 páginas. 22'50 e.

Suzanna Jansen (Amsterdam, 1964) era hasta 2008 una periodista perdida en el magma de los medios de comunicación holandeses. Sin embargo, la publicación de Het Pauperparadijs, traducida aquí como El paraíso de los pobres, se convirtió en un éxito capaz de conmover a sus lectores y a una sociedad, la holandesa, que había olvidado su pasado de pobreza y manipulación social. El eje de estas páginas es el relato de las cinco generaciones familiares que anteceden a la autora. Todos pobres, todos desgraciados y todos acogidos a la beneficencia estatal y religiosa de los Países Bajos.

El árbol genealógico de esta sobrecogedora historia comienza con el matrimonio de Tobias Braxhoofen (1785-1844) y Christina Maria Koenen (1789-1874). Corren los años de las grandes victorias francesas en Europa. El ejército de Napoleón se mueve con gran rapidez. Si la velocidad de avance de los ejércitos de la época era de setenta y cinco pasos por minuto, las fuerzas galas lo hacían a ciento veinte o incluso a ciento cincuenta. Como señala Jansen, las tropas prusianas tenían estrictamente prohibido el saqueo, mientras que las unidades napoleónicas se abastecían en buena medida de lo que saqueaban. El Emperador había suprimido parte del engorroso abastecimiento para dar más velocidad a su ejército.

Tobías Braxhoofen, crecido en una familia de artesanos, es un muchacho de dieciséis años, saludable y bien dispuesto que decide en 1803 alistarse en las fuerzas armadas. Sabe que le tocará luchar en la Grand Armée. En 1810 Holanda queda convertida en provincia francesa y Tobías alcanza el honor de formar parte de los soldados de élite de Napoleón, y con ellos marcha a París. En 1812 se inicia la fatídica campaña contra Rusia. El Emperador será derrotado definitivamente en Waterloo. En consecuencia, el francés deja de ser idioma oficial en Holanda y el neerlandés vuelve a ocupar su sitio. Con el grado de sargento, la edad desmoviliza a Tobias a la vez que el viejo soldado curtido por las heridas y el sufrimiento inicia un profundo descenso en la escala social que corre paralelo a las turbulencias sociales del periodo postnapoleónico.

En ese horizonte de soldados desmovilizados y de destrucción la miseria era evidente. En 1818 había alrededor de ochocientos cincuenta y cinco huérfanos y doscientos cuarenta niños abandonados en el orfanato de Amsterdam. En el sur de Holanda casi la cuarta parte de la población se encontraba en el nivel de la pobreza. Rotterdam soportaba unos ochocientos mendigos, y en Leiden la mitad de sus habitantes se encontraba en situación de riesgo. En las provincias del norte el diez por ciento de sus residentes dependían de los comedores para mendigos.

A comienzos del siglo XIX existían dos grandes clases de pobres en Holanda. Por un lado los obreros, mano de obra venida abajo por las circunstancias de la vida y, por otra, los mendigos, gentes que con sus harapos, heridas y agresividad molestaban a una ciudadanía que ya había incluido en su código penal la mendicidad y el vagabundeo como delito. Tanto los pobres dignos como los mendigos degenerados sentían, como muy bien señala Jansen, el desprecio ajeno y la propia vergüenza motivada por la pobreza en la que malvivían.

1818 es el año en el que el general y noble Johannes van den Bosch (1780-1844) toma la lucha contra la pobreza como algo prioritario. Se convierte en alma y cofundador de la Sociedad de Beneficencia y organiza la construcción de colonias rurales destinadas a regenerar pobres y mendigos. Las "colonias libres" serán el destino de Tobias Braxhoofen y sus descendientes. Un destino, Veenhuizen, que pese a las buenas intenciones iniciales sufrirá altos y bajos. Conflictos propios de una minisociedad con sus rangos y privilegios. En 1973, lo que por entonces se denominaba Centro Estatal de Trabajo dejaba de existir por decisión del gobierno holandés y una década más tarde Veenhuizen abandonaba "su condición de ciudad cerrada".

La viveza y potencia de este relato deriva de que Jansen escribe en primera persona una minuciosa investigación en la que ha revisado archivos, entrevistado a funcionarios y visitado los espacios vitales de sus antepasados. Su escritura, propia de una periodista, no quita rigor a su trabajo pero permite entrar hasta el fondo en las emociones de alguien con un pasado de pobreza. Pese a su propio éxito Jansen siente cómo su madre se avergüenza del pasado y sufre, pese a su vida ya normalizada, las heridas acumuladas en su herencia de pobreza. Las abundantes fotografías añaden un plus de interés a este original e inquietante libro.