Novela

Los nombres del aire

Alberto Ruy Sánchez

17 octubre, 1999 02:00

Alfaguara. Madrid, 1999. 108 páginas, 1.200 pesetas

E l escritor mexicano Alberto Ruy Sánchez Lacy, tras una estancia de ocho años en París, desde 1988 dirige la revista "Artes de México". Los nombres del aire fue publicada en México en 1987 y fue galardonada con el prestigioso premio Xavier Villaurrutia. Contrapunto de En los labios del agua, donde explora el deseo masculino, Los nombres del aire nos traslada al espacio imaginario de Mogador (Cuentos de Mogador, 1994) donde elabora, en prosa poética orientalista, excesivamente almibarada en ocasiones, una trama, apenas un hilo conductor: el cuerpo femenino, centrada en el personaje de Fatma. El ambiente y la sensualidad nos lleva a recordar Les nourritures terrestres, de Gide. Ambientada en un arábigo-andalucismo a ratos cruel, arcaico y voluptuoso, los personajes y las situaciones del relato poético estan indefinidos. El deseo de la protagonista no se limita al sexual, invade el conjunto. Zadiya puede parecer el objeto del deseo, pero resulta una figura evanescente.

Estructurado el libro en escenas, destacan las que describen el "hammam", baños de vapor públicos, compartidos por las mujeres en ls mañanas y por los hombres, en las tardes. Resultarán las más brillantes, por su sensualidad, del conjunto: "En otra sala las pinturas no eran sólo llamarada, se pretendían iniciación al fuego. Ilustraban a los paseantes sobre las mil maneras de acariciar con los labios el glande, de contonear el clítoris con la lengua, de absorber y levantar y morder y acariciar sucesivamente o al mismo tiempo". En contadas ocasiones el autor se muestra tan explícito, porque prefiere las alusiones al sinuoso y provocador símbolo del aire (Lorca hizo otro tanto en su Romancero gitano). Algunas historias llegan a cobrar vida propia, mientras el personaje central se muestra asomado a una ventana que domina el muelle. No han de faltar tampoco elementos mágicos: algunos no desdecirían de las leyendas de Las Mil y Una Noches. Nos hallamos, pues, ante un libro singular, por desplazado en el tiempo; ante un meritorio esfuerzo de estilo, manifestación de un desbordado esteticismo. Por ejemplo, la ventana de Fatma "no era la caja de sus nadas, como suponían al verla, sino la puerta que la conducía a todas las cosas y ninguna". Sin duda, habrá quien aprecie las exquisiteces de Los nombres del aire, pero, tras su lectura, pese al éxito alcanzado en México, no deja de parecer aire, vana pretensión el captarlo en clave literaria con la música ya escuchada, de otro tiempo.