Image: El tiempo de las lluvias

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Novela

El tiempo de las lluvias

María Fernanda Santiago Bolaños

5 marzo, 2000 01:00

Linteo. Orense, 1999. 352 páginas, 2.100 pesetas

Fernanda Santiago Bolaños (Madrid, 1962), poeta, autora de cuentos y ensayista, ha escrito su primera novela con muchas lecturas de la mejor literatura en el alma. El tiempo de las lluvias es una ambiciosa primera novela concebida con voluntad de permanencia en su compleja recreación de un mundo casi extinto que la autora trata de salvar por medio de la saga familiar de dos linajes emparentados a lo largo de varias generaciones. El universo recreado es la Maragatería, sus gentes, su cultura y su lucha por la vida en aquel territorio de soledad y miseria material y en diferentes destinos de su emigración primero a América y después a Europa, también a Madrid en todas las épocas. Las familias son los Sanmayor y los Boisán. Y la dilatada saga familiar se convierte en crónica del siglo XX, con incursiones en épocas anteriores.

Se dirá que el imaginario territorio de Castroluce, metáfora y núcleo de toda la Maragatería, debe mucho a la Comala de Rulfo y al Macondo de García Márquez, que no son malos modelos, pero a ellos se pueden añadir, con igual relevancia, las geografías literarias de Torga y Cunqueiro, así como las más recientes creaciones de Luis Mateo Díez, Merino y, sobre todo, Llamazares. El tiempo de las lluvias recorre la historia del siglo XX encarnada en los maragatos que sobrellevan su aislamiento y atraso casi medievales en su lugar natal y en los que han tenido que buscarse la vida en la emigración americana y europea.

Con la autenticidad de quien sabe que habla de lo que conoce bien y con seguro pulso narrativo, la autora ha sabido construir un texto coral, dominado por la fragmentación y la elipsis en su ordenación temporal envolvente y gobernado por una compleja estrategia narrativa de omnisciencia múltiple y selectiva que permite combinar monólogos de vivos y algún muerto en un emotivo intento de salvar por medio de la memoria un mundo que se pierde. En estos monólogos entrecruzados con eficacia artística en sus técnicas de relato oral y con variedad de registros estilísticos se introducen fundidos en el tejido narrativo y se incluyen también cartas que sirven, además de para comunicarse los familiares separados, para homogeneizar la cronología entre personajes en espacios alejados por largas distancias de la emigración. En acorde con el tono entre la épica cotidiana del incesante esfuerzo en la lucha por la vida y la emocionada evocación crítica, no idealizada, de un mundo en estos tiempos en que hasta la mitología envejece, el texto, pespunteado con recurrencias significativas, anuda formalmente principio y final repitiendo las palabras iniciales de la carta de un maragato en el cierre con un envío de la novela entera a la patria de la infancia de quien se ha empeñado en recrear con emoción el mundo de sus antepasados, sus costumbres, sueños, filandones, leyendas y penurias. Y ha conseguido hacerlo con acierto literario digno de elogio.