Image: Prisión perpretua

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Novela

Prisión perpretua

Ricardo Piglia

6 diciembre, 2000 01:00

Lengua de Trapo. Madrid, 2000. 155 págs., 1.950 ptas. Formas Breves. Anagrama. Barcelona, 2000. 142 págs., 1.700 ptas. Plata Quemada. Anagrama. Barcelona, 2000. 227 págs., 2.300 ptas.

Ricardo Piglia es uno de los "grandes" escritores hispanoamericanos. El crítico en contadas ocasiones puede alegrarse al descubrir tierra firme en su tediosa navegación. Pero ésta puede ser una de esas felices ocasiones

Por fin el lector español podrá deleitarse con la calidad de este escritor argentino (nacido en Adrogué, Buenos Aires, en 1940), novelista, cuentista, guionista de cine, director de una colección de novela negra, profesor universitario y ensayista; conocido y apreciado ya en su país, aunque hasta hoy prácticamente inédito en España. Prisión perpetua reúne cuatro relatos. Los dos primeros aparecieron con el mismo título en Buenos Aires, en 1988. Pero en esta edición se incluyen, además, "El fin del viaje" y "la loca y el relato del crimen", que formaban parte de Nombre falso (1975). Formas Breves respondería a una personal manera de entender el ensayo, apuntes fragmentarios, ideas lanzadas como al azar, sugestivas, que admitirían mayores digresiones, por lo general centradas en la creación literaria, en el significado de determinados autores, en la tradición de la modernidad argentina (Borges, sin duda, resulta omnipresente, así como Macedonio Fernández y Artl). Su autor los considera, además, como apuntes de una posible autobiografía. Plata quemada es una novela-reportaje, publicada en 1997, tras obtener el Premio Planeta (Argentina) y llevada ya al cine por Marcelo Piñeyro.

Puesto que podemos desprendernos de la cronología aconsejaría al lector que iniciara el periplo por Formas breves, no porque su calidad (los tres libros muestran que nos hallamos ante un escritor poco común, una de las cabezas más lúcidas del actual panorama latino hispanoamericano, no sólo argentino) sino porque sus observaciones podrán verse plasmadas en Prisión perpetua. La excelente novela o reportaje novelado, como se prefiera, Plata quemada, constituye un caso aparte, aunque del máximo interés. Piglia mantiene un curioso diálogo (utilizando diversas perspectivas formales, como la del diario) con autores de la tradición argentina más renovadora: "Hasta que Witold Gombrowicz no llega a la Argentina se puede decir que Macedonio no tiene a nadie con quien hablar sobre el arte de hacer novelas. Transatlántico, novela argentina, ya es una novela macedoniana (para no hablar de Ferdydurke). A partir de Gombrowicz se puede leer a Macedonio. Mejor, Gombrowicz deja de leer a Macedonio". Pese a su dependencia borgeana, admitirá, sin embargo que Artl, del que destacará sus cuentos africanos, "es el más contemporáneo de nuestros escritores". En él descubrirá el sentido de la lengua: "una relación de distancia y extrañeza con la lengua materna", que valorará positivamente. Sus observaciones constituyen una reflexión sobre el acto creador. De ahí que pueda concluir: "la crítica es la forma moderna de la autobiografía. Uno escribe su vida cuando cree escribir sus lecturas".

A destacar sus reflexiones sobre la relación entre psicoanálisis y literatura (una conferencia), con interesantes observaciones sobre Navokov y Faulkner; sobre Joyce y Freud o la visita de la hija psicótica de Joyce a Jung. Sus opiniones sobre la estética del cuento aparecerán reflejadas ya en la praxis de Prisión perpetua, cuya primera parte está formada por una serie de microrrelatos, en los que ensayará diversas técnicas narrativas. Los protagonistas serán siempre vencidos, como los antihéroes de Onetti: "El 55 fue el año de la desdicha y el 56 fue el de la cárcel y el 57 fue todavía peor. Las cosas siempre pueden empeorar: ésa es la tradición de los vencidos". No duda en usar la metaliteratura.

De pronto la narración se convierte en la vocación de un escritor que inicia un diario interminable en el que hablará de sus amigos, con observaciones que parecen derivadas de un Borges más atrevido. En ocasiones introduce el retablo de una forma deliberadamente naïf: "Había un psiquiatra..." o "había una mujer que no hacía nada sin ocultar el I-Ching". Acabará confesándonos el narrador que hasta preguntaba al I-Ching si debía consultarlo. "Encuentro en Saint-Nazaire" anticipa Prisión perpetua. En el transcurso de su obra, Piglia mantiene la tesis de Brecht de que vemos la realidad bajo la forma del crimen. No se aparta así de la práctica de Borges. En todo caso, la intriga puede resultar sustancial, así como la imaginación, la invención de mundos posibles dentro del relato, sueños, misterio y juegos de ingenio; también se sirve del humor y la ironía.

Plata quemada fue elaborada con materiales de la investigación del autor, explícito en las últimas páginas, la documentación policial argentina y uruguaya de los protagonistas del sangriento asalto en 1965. Constituye el análisis descarnado de una serie de criminales y su última acción: detectados por la policía uruguaya en un piso alto y sin salida eligen morir matando antes de regresar a prisión, por donde todos han pasado. La fuerza del relato radica en su acción trepidante acompañada de un lenguaje verista, pleno de coloquialismos argentinos. Su autor comenzó las investigaciones en 1968 o 1969, abandonó la historia en 1970 y la retomó en 1995: "Esta lejanía me ha ayudado a trabajar la historia como si se tratara del relato de un sueño". Detalla el origen de su interés, casi otra crónica paralela. Resulta una incursión en los comportamientos criminales a través de los recuerdos de sus personajes. La extraña figura de Malito y sus contactos, el robo de los 600.000 dólares, las falsas o inciertas interpretaciones peronistas, el papel de la contrainteligencia, un jefe de la policía argentina que practica habitualmente la tortura, las personalidades psicóticas -incluidas las femeninas-, el desdén por la muerte, los lazos de amistad y aún de amor entre el Gaucho y el Nene, por ejemplo, el papel de la televisión durante un cerco con más de trescientos hombres y la figura inevitable del periodista Renzi, que aparecerá en cada uno de sus libros; todo ello configura un mundo en que penetramos desde casi todos los ángulos posibles, incluido el social.

Ricardo Piglia es uno de los "grandes" escritores hispanoamericanos. El crítico, en contadas ocasiones, puede alegrarse al descubrir tierra firme en su tediosa navegación. Pero ésta puede ser una de esas felices ocasiones.