Image: Eres mi vida, eres mi muerte

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Novela

Eres mi vida, eres mi muerte

María de la Pau Janer

28 febrero, 2001 01:00

Planeta. Barcelona, 2001. 384 páginas, 2.600 pesetas

Es éste un relato reflexivo, intenso con las palabras, y esforzado en el ejercicio de ahondar a través de ellas en los significados de la trama.

Dos años, quizá algo menos, separan esta nueva novela de la escritora mallorquina María Pau Janer de aquélla que nos sirvió, a los lectores en castellano, para descubrir una sorprendente muestra de su narrativa. Detrás tenía el reconocimiento de las letras catalanas a un buen grupo de relatos, pero fue Lola (premio Ramón Llul, 1999) la que sirvió para que un amplio número de lectores quedáramos subyugados ante las sutilezas expresivas de un estilo atento a la precisión del lenguaje y al cuidado de la historia. Con ella no sólo aportaba un argumento recreado desde una perspectiva exigente con los volúmenes y los matices que dan credibilidad a situaciones y personajes; lograba que éstos quedaran trascendidos por la presencia protagonista de paisaje y memoria.
Tal suma de recreaciones y percepciones se deja sentir de nuevo en el argumento de Eres mi vida, eres mi muerte. También éste viene de la mano de un dominante registro expresivo, indagador y reflexivo, intenso con las palabras, y esforzado en el ejercicio de ahondar a través de ellas en los significados de la trama. Registro de cuyos envolventes efectos se beneficia el relato, pero de nuevo representa su mayor objeción, por imponerse a través de digresiones y reiteraciones que lo vuelven excesivo y alargan innecesariamente la narración. Con todo, lo que ésta contiene es un material de innegable interés, tratado con la sensibilidad y el buen gusto de quien discute la evidencia de que eso que algunos llaman "azar" mueve el universo de las relaciones humanas; de que éstas componen un abigarrado paisaje de historias en el que confluyen tantas versiones de la vida, del amor y de la muerte.

Tan ambicioso despliegue de intenciones tiene un móvil sumamente singular: la vida de un hombre se para en seco tras el "accidente" sufrido por su hijo; movido por un afán secreto necesita con urgencia un taxi que le traslade desde un hospital de Barcelona a Madrid; el taxista es alguien acostumbrado a ser cómplice de historias siempre incompletas, pues duran lo que dura el trayecto por las calles de la ciudad. Pero ésta vez será distinto, porque el viaje es largo, por carreteras secundarias. Y si comienza frío y distante, cada uno tirando del hilo del recuerdo que tira de un nombre y captura fragmentos encadenados de sus respectivas vidas, y de otras paralelas, algo lo modifica. Y provoca un cambio en la percepción de ellos mismos, y del otro. Y la necesidad de asistir juntos al final de ese episodio que les une.

Esa excusa sirve tensión a una trama minuciosamente desarrollada; pero sirve, sobre todo, al logrado intento de su autora por avenir el ritmo de su novela al de lo que de verdad ofrece: un trayecto "vertical", interior, por las señales indicadoras de los resortes que mueven las emociones humanas.