Novela

La última batalla de Vincavec

ESPIDO FREIRE

18 abril, 2001 02:00

SM. Madrid, 2001. 235 páginas, 950 pesetas

Después de ganar el Planeta, con tres novelas en su haber, la inquietud de Espido Freire se ha inclinado hacia otros derroteros literarios. Si primero fue el ensayo, seguido del cuento o la poesía, ahora la joven autora aborda un terreno más familiar: el de la narrativa para jóvenes. Lo hace con una novela que bebe de fuentes muy literarias -los cuentos infantiles, principalmente- y que los lectores más fieles encontrarán sutilmente emparentada con el universo de sus anteriores entregas novelescas. Sin embargo, parece percibirse aquí -y es el hallazgo de este libro- una voz mucho más espontánea, mucho más ágil. Incluso más verosímil. Desde luego, Freire afina su pluma cada vez más. Pero no es sólo eso. Tal vez sea el repetido uso del humor -que no sólo servirá para acercar el texto al lector joven, sino que cautivará al más ducho-, el flirteo con las herramientas propias del escritor o el juego de espejos que plantea la historia misma entre la rea-lidad y la ficción. El caso es que esta novela representa un paso firme en la carrera literaria de su autora, y ninguno de sus seguidores, o de los que no lo son, debería dejarla escapar.

La anécdota contada en La última batalla de Vincavec el bandido es doble: Lidia, aficionada a la escritura y colaboradora en revistas escolares, ha inventado un personaje del que está enamorada: un bandido llamado Vincavec que, al modo de Robin Hood, roba a los ricos para ayudar a los pobres. Para él ha creado Lidia un reino idílico, una región sublevada contra un gobernador despiadado, una pandilla de secuaces buenos y un batallón de soldados malos. En la trama principal se insertan las historias que la protagonista inventa, cocinadas con los mejores ingredientes del relato de aventuras clásico y más de un guiño a lo cinematográfico. La trama empieza la noche en que a Lidia se le aparecen sus personajes para insubordinarse contra su propio destino. Una idea varias veces repetida en literatura -Niebla, de Unamuno, es referente obligado- pero a la que la autora sabe sacar gran partido.

Como debería imponer la colección en la que se inserta -escribir para jóvenes implica una gran responsabilidad que muchos autores olvidan-, la novela no permite descanso al lector. Seducirá, entretendrá y divertirá a lectores de cualquier edad. Es una buena novela y, en el sentido apuntado, un acto responsable.