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La puerta de la paz celeste
Shan Sa
9 mayo, 2001 02:00Utiliza varias fórmulas integradoras para el sencillo desarrollo de la acción: en la primera parte de esta breve novela, la yuxtaposición de secuencias narrativas en capítulos alternantes, protagonizados sucesivamente por Ayamei, la estudiante que tiene que huir, y por el jovencísimo teniente Zhao. Un narrador omnisciente pero imperceptible, nos describe los terribles sucesos de la noche de la matanza de Tiananmen, sufridos por la chica universitaria, quedando atrás sus compañeros muertos, y perseguida por Zhao, a quien le encarga el ejército su búsqueda. Tal vez sea esta la parte menos lograda de la novela, que no termina de acertar en el tono realista en el que comienza.
Consigue Ayamei abandonar Pekín gracias a la ayuda del camionero Wang, y se esconde en una zona remota y costera de China. El recurso siguiente que Shan Sa utiliza en esta novela es el del diario encontrado. Al hallar el teniente el diario de la joven huida, conocemos su lírica y trágica trayectoria. El vuelo de la narración es entonces cuando adquiere una mayor consistencia, una verdadera personalidad, momentos de verdadera literatura, que, de manera creciente, van construyendo una novela que termina por fascinar al lector.
La lectura del diario es el punto de inflexión que permite al joven teniente recordar su propia y modesta existencia. La memoria se convierte así en un revulsivo que conforma el crecimiento de Zhao y su transformación. Tras la pista de Ayamei, seducido por su escritura, vuelve a la otra China, anclada en el pasado. El contacto con la naturaleza más remota de su país, ese mar y sus gentes humildes, la terrible montaña que cobra protagonismo propio, y esa mujer que casi se transforma en leyenda, conforma el elemento mágico en la acción, hasta el memorable final.