Novela

Viaje de vuelta al jardín

Verónica Fernández Muro

16 mayo, 2001 02:00

Plaza & Janés. Barcelona, 2001. 814 páginas, 3.500 pesetas

Con este título -sumado al incisivo subtítulo que lo completa, La otra mitad de la verdad- redobla Verónica Fernández-Muro (Buenos Aires, 1945) el envite literario iniciado con Los miedos olvidados (1999), su primera novela. Y lo redobla por lo ambicioso y arriesgado de un proyecto que se sostiene en la idea de un viaje por los círculos oscuros de la capacidad de percepción e intuición de las mujeres, y se defiende en la necesidad de desafiar las barreras que insisten en que hombres y mujeres son dos mitades separadas. Porque para que unos y otras lleguen a una relación que sea "fusión completa y armoniosa" es obligado el abandono de la razón en aras del sentimiento y la imaginación.

Estos son los cabos que atan la intención de una novela imaginativa y audaz, narrada con acento culto y reflexiones graves, que pretende una historia inaudita y que ofrece un relato gigantesco por su extensión y por el carácter sustantivo de las proposiciones y los postulados que nutren el sustrato de signos y significados convocados para hacerlo discurrir con la lógica de lo mágico y lengedario, sumada a argumentos, textos, citas y símbolos del misticismo y otras corrientes de espiritualidad occidentales. Con tales medios despliega un argumento imposible de resumir en unas líneas, aunque sí se puede esbozar lo que representa su principal línea de interés: "Azul" es su protagonista; su nombre es casual, se lo debe al color de la tormenta que rodeó su nacimiento en una localidad argentina. Desde ese día estuvo al cuidado de una singular niñera que fue inculcando en ella la misteriosa capacidad que con los años le convertirá en la elegida para emprender la misión de propagar la nueva "religión" de la que ella es "mensajera" y a la que pronto se sumarán las mujeres que componen su círculo más próximo. Ella es la "iluminada", la que concibe y propaga el magnánimo proyecto de enseñar a los demás a descifrar el secreto de iniciarse en "la verdadera realidad", a descubrirse "dentro" y "fuera", a aprehender el misterio de que "la mujer" es la "otra mitad" de una verdad siempre contada a medias, siempre a vueltas con la idea de que el heredero del "Todo", de la deidad absoluta, es "el hombre". Y a ese proyecto rinde una vida, un viaje, que se inicia "treinta años después de comenzar la segunda mitad del siglo XX", en su país, se extiende por Europa hasta llega a España, y se prolonga hasta el 2010, fecha que enmarca el hecho más señalado de su simbólica misión, que no ha hecho más que empezar.

Ahora bien, sucede aquí que la idea absorbe a la ficción; y que el fin de la novela no está justificado en el excesivo despliegue retórico de la omnisciente voz narradora. Voz que si bien es necesaria para recomponer los hilos de una trama sostenida sobre una complicada estructura, redunda en repeticiones y aclaraciones retóricas sobre su significado y su sentido. Por eso su mayor objeción no apunta al discurso, ni a la imaginativa historia que lo expone, sino a algo siempre necesario y más en una novela de estas dimensiones: a la falta de ajuste y compensación entre uno y otra.