Image: La chica del trombón

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Novela

La chica del trombón

ANTONIO SKÁRMETA

6 junio, 2001 02:00

Areté. Madrid, 2001. 315 páginas, 2.950 pesetas

A qué Skármeta ha logrado combinar la ficción de una niña que pasa a mujer (otra novela de aprendizaje) con la fantasía del cine y el mito estadounidense, con el vago recuerdo a nuestro Marsé, aunque sin su crudeza e implicaciones. Es, asimismo, una novela de amor y de renuncias y también de registro político, aunque Skármeta nos deje en el esperanzado triunfo de Allende, convertido en personaje de la novela.

Podemos seguir, por consiguiente, la doble evolución de la protagonista, que usa una ficticia primera persona y la evolución de un Chile que busca una alternativa a sus desigualdades sociales. El relato, por otra parte, queda envuelto en la neblina de una eficaz poesía diluida entre los míticos y añorados personajes del cine de la época dorada (arte del que Skármeta ha sido estudioso, guionista y director) y la emblemática ciudad de Nueva York, hasta el punto de que Pedro Pablo Palacios, el novio de infancia de la protagonista, desaparecido unos años en la desgracia de la ruina familiar, reaparecido más tarde en la airada adolescencia y convertido en actor y compañero sentimental de la protagonista, se hace llamar con el nombre de New York. El amor y la delicadeza le llevarán a renunciar a una beca para estudiar interpretación en el Actor’s Studio, al tiempo que el sueño de reencontrar unos brumosos orígenes en la ciudad de los rascacielos alejarán a la protagonista de su principal ambición: la búsqueda de su identidad. Adoptará el nombre de su probable abuela Alia Emar y nunca llegará a saber si Reino o Ray Copetta, el hermano de su abuelo, tuvo o no que ver con la fabricación de la figura de King Kong o acabó ahogándose cuando se lanzó al mar. La protagonista, a través de cuyos ojos penetraremos en la historia, arriba al puerto de Antofagasta, en Chile, de la mano de un trombonista que, llegado del Adriático en plena guerra, la entregará al abuelo, otro "emigrante malicioso", quien junto a su compañera guiarán los pasos de la pequeña.

Skármeta ha pretendido ofrecernos el antes del allendismo en el poder, la atracción de la utopía y la capacidad de convertir el amor de unos jóvenes inquietos en una razón de existir. Es, asimismo, la crónica de varias generaciones que conviven. La última conversación entre abuelo y nieta rompe con la sensiblería y se convierte en una escena cargada de emoción poética. El novelista hace coincidir su entierro con el estreno de King Kong en el cine, al que la niña asistirá, cuando cuenta trece años.

Antonio Skármeta se sirve, además, de otros métodos narrativos: las crónicas periodísticas, por ejemplo, como la retransmisión del combate de boxeo, cargado de matices políticos, una vez ha regalado el albornoz del mítico Torpedo López a un campeón allendista. Por ello recibirá la visita de Allende en su propia casa. No puede faltar tampoco la alusión a Pablo Neruda, en ausencia, aunque los jóvenes enamorados aprovecharán la cama de su casa de Valparaíso para simbólicamente consumar allí su amor. Otro método que rompe la utilización de la primera persona narrativa es la carta.

No faltan tampoco alusiones a Gabriela Mistral, cuyos versos sirven de pórtico a la novela y que, como personaje histórico, jalonará el relato. No ha de faltar alguna mención a Nicanor Parra. Pero la trama amorosa y su lenguaje apasionado transforma el estilo y nos aleja de cualquier objetivismo. Flaquea ligeramente el ritmo hacia la mitad de la novela, aunque se lee con placer e interés: el de un tiempo próximo, ya historia.