Correspondencia privada
Esther Tusquets
6 junio, 2001 02:00Ello no quiere decir que se presenten de un modo espontáneo, pues, al contrario, Tusquets los somete a un doble torcedor. Por un lado, llegan al papel mediante un estilo muy retorizado, de frase larguísima, parentética y meándrica, y proclive al hipérbaton, de modo que la frecuente alteración del orden de las palabras más habitual en nuestra lengua produce un fuerte efecto de extrañeza; así nos dice la autora que leemos literatura y no testimonio; o, que el testimonio trasparente se ha convertido en literatura por gracia del estilo. Por otro lado, la materia en crudo de la experiencia tiende en todo momento a ser presentada con una dimensión mítica, o relacionada con leyendas o invenciones literarias. Así, la realidad adquiere un valor distinto, superior al simple documento.
Con estos recursos, la autora catalana ha venido a forjar un molde literario personal basado en la confesionalidad. A la mencionada epístola a la madre añade otras tres y con ella compone Correspondencia privada. Se trata de sendas misivas a un amor adolescente, profesor suyo de literatura, a quien reencuentra muchos años después; a otro amor de los años universitarios, al que perdió por causas complejas y cuya historia tiene trazas de relato; y, en fin, a Esteban, su pareja después de un fracaso matrimonial, el "Holandés errante" con quien atisbó un cielo de plenitud.
El paradójico título del libro subraya esa voluntad de alcanzar un sentido general de la vida a partir de las vivencias subjetivas. Por las cartas afloran motivos variados. El ánimo justiciero, rubricado con un remate redondo, predomina en la carta a la madre, tras la huella evidente de la requisitoria dirigida por Kafka a su padre. El amor atisbado, cumplido o perdido nutre las otras. Pero bajo todas ellas late la perentoria búsqueda de la felicidad absoluta. A ese empeño se entrega la autora, y constata lo que hay en él de quimera, según lo prueba la frecuencia con que la voz "fantasear" sale en estas páginas. Literatura fuertemente ensimismada la de estas cartas, brota de ella también un fondo testimonial. Se plasma un cierto retrato histórico no muy intencionado de algunas formas de la sentimentalidad española de un sector de la burguesía en tiempos recientes, desde las rutinas de postguerra hasta las trasgresiones de la gauche divine en los 60.
Aunque notable este trasfondo, Tusquets no hace mucho hincapié en él. Al contrario, las cartas desembocan en un epílogo en el que la discursividad cede el testigo a lo elegíaco. Con acentos manriqueños, la fina y cruda captación del paso del tiempo pone un magistral broche de melancolía a la vigorosa apuesta y al empeño de vivir la vida con toda la intensidad que se quisiera.