Los diarios clandestinos de Blancanieves
Jesús del Campo
25 julio, 2001 02:00Unas vivencias que van mucho más allá del "comieron perdices": ni ella ni su apuesto marido son felices -eso habría sido muy aburrido- y las perdices escasean en los menús, aunque ella se esfuerce por prepararlas. Como siguiendo varios de los postulados de Rodari, el autor sitúa a sus personajes en un reino zarandeado por las revueltas sociales. Un reino donde Blancanieves compra en Armani y donde los casos de corrupción son lo más común. Y si nunca nada ha sido idílico, menos lo será cuando la revolución triunfe y Blancanieves deba rebajarse a trabajar -en una hamburguesería primero, luego en una emisora de radio- y atender a su suegra enferma de Alzheimer. Sus escapatorias serán la literatura -frecuenta las reuniones del librero Euclides, uno de los mejores personajes de la trama- y la infidelidad. Pero las cosas irán a peor cuando el príncipe sea asesinado, y Blancanieves deba reparar en el extraño sentido de una existencia marcada, como todas, por la búsqueda de una felicidad huidiza.
Una novela madura, bien contada -el estilo es algo frondoso pero irónico e inteligente-, con personajes muy bien construidos y que, además del juego metaliterario, sirve una profunda reflexión sobre los límites de la felicidad y sus consecuencias. No se la pierdan.