dos de las obras más significativas del último Valente, ensalzado por unos, denostado por otros, se reúnen en este volumen. Los versos de El fulgor nos hablan del cuerpo y del alma, del cuerpo que se hace palabra "y no lo conocieron", del alma que es también materia. A veces asoma el Valente satírico: "Reiterado, el necio/inútil tiende/ su persistente araña triste/ hacia qué sombra"; otras veces encontramos un eco del mejor modernismo, el simbolista: "Ya te acercas otoño con caballos heridos". También en Al dios del lugar, entre vaguedades y misticismos, encontramos a ratos al mejor Valente, que es siempre "irónico y oblicuo". Un ejemplo: el poema final, sobre la destrucción atómica; otro ejemplo: el homenaje a Luis Fernández. Claridad y tinieblas en este poeta no sólo -aunque sí preferentemente- para incondicionales.