Novela

Falta alma

JAVIER GARCÍA SÁNCHEZ

19 septiembre, 2001 02:00

Planeta. Barcelona, 2001. 288 páginas, 2.600 pesetas

La última novela de Javier García Sánchez constituye una tentativa de indagación en el proceso de acercamiento entre dos personajes desconocidos entre sí, pero con un denominador común en su pasión por la música.

En este gradual entendimiento entre un viejo cascarrabias, solitario y amargado por su frustrada vocación de director de orquesta, y la joven que lo cuida de su enfermedad de Parkinson y de su fracaso existencial reside lo mejor de Falta alma.

Dicho proceso está novelado de forma que el progresivo desvelamiento interior del protagonista se desarrolla buscando certeramente la suspensión de una intriga que mantiene hasta el final la atención del lector. De este modo cada uno de los cinco capítulos de la novela marca un movimiento ascendente en el juego de tensiones hábilmente trazado en su composición. El primero esboza la figura ausente del viejo gruñón recluido entre sus libros y su música, con la confrontación de caracteres entre la nueva muchacha que lo va a cuidar y las dos sobrinas solteronas que lo han soportado hasta ahora. La atmósfera asfixiante crece en el capítulo II por el interés de María en conocer al supuesto monstruo en su leonera. Aquella incertidumbre en la oscuridad sólo dará paso a las primeras afinidades gracias a la música. La aproximación aumenta en el capítulo III cuando ya el viejo gruñón descubre a su cuidadora sus traumas y obsesiones. Estos empiezan por su desafortunado nombre de Rafael (Falerte) Grande Grande, en contradicción con su figura de enano cabezudo y orejón. Lo cual, por su apariencia ridícula, lo ha incapacitado para triunfar como director de orquesta. El IV capítulo sostiene la creciente empatía entre ambos personajes, con una amplia gama de ataques contra la sumisión de la cultura a las frivolidades de la sociedad actual. Y en el V se consuma el entendimiento entre la joven y el maestro en su lecho de muerte.

Falta alma es un título dilógico que empieza por resaltar la carencia de una pieza en un violín puesto a la venta y acaba denunciando la ausencia de espiritualidad en nuestro tiempo tan mercantilizado. Al frustrado maestro nadie ha podido comprenderlo, salvo quien se acercó a él con paciente curiosidad por su persona y su arte. Por eso la novela encierra una denuncia contra la malla de intereses comerciales que están mediatizando la cultura. Y aún quiere ir más allá en la expresión de un incurable desengaño unido al descrédito de la condición humana "que se arrastra sin pudor ni mesura en pos de su propio ombligo" (pág. 217). Al final se nos dibuja en la amargura de este extraño hombre menguante la tierna situación de un viejo solitario en una sociedad que desdeña el arte, estupidizada por la televisión y cuyo empobrecimiento cultural se refleja en el uso tan precario que hace de su lengua. Con lo cual contrasta el empleo de una lengua anacrónica por parte del protagonista, que, como don Quijote, se complace en una retórica de otro tiempo, acorde con los libros que acompañan su retiro. Por eso hay que lamentar los frecuentes descuidos, injustificados, en el correcto uso de la lengua, con reiterados fallos en algunas formas verbales y con expresiones inaceptables.