Image: El último minuto

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Novela

El último minuto

ANDRÉS NEUMAN

17 octubre, 2001 02:00

Espasa. 176 páginas, 2.600 pesetas

El joven escritor hispano-argentino Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977), residente en Granada, está levantando en España una obra poética y narrativa merecedora de una positiva recepción crítica y una mayor acogida entre los lectores.

Se estrenó como novelista en Bariloche (1999), finalista del premio Herralde, hermosa novela encarnada en las ansias del diario vivir. Después vinieron dos libros de cuentos nacidos de las mismas inquietudes: El que espera (2000) y El último minuto, que ahora comentamos. Los dos volúmenes están organizados de modo semejante. Pues a una treintena de cuentos se añade al final un epílogo presentado como manifiesto del autor acerca del arte del relato.

El último minuto prueba la solidez de Neuman en el arte difícil del cuento. La mayoría entra de lleno en los límites del microrrelato. Se configuran como una modalidad híbrida que busca el mestizaje con el poema en prosa, el apunte reflexivo o la nota de un diario íntimo. Por estas características y por sus breves dimensiones los microcuentos emparentan con el minimalismo posmoderno en las artes. Lo cual convierte a dichos textos en una variedad literaria muy acorde con la velocidad y el ritmo de nuestros tiempos. Así lo pone de manifiesto Neuman en el "Apéndice para curiosos" que cierra su libro con cuatro variaciones sobre el cuento. En ellas añade a los de maestros precedentes (Chejov, Quiroga...) un dodecálogo que hace hincapié en la necesidad del secreto y en saber callar a tiempo, discurre acerca de la naturaleza híbrida de los cuentos y del riesgo de no acertar en el tratamiento del "último minuto".

A estos principios responden los treinta cuentos del libro. Su conjunto presenta diferencias en sus logros literarios. Pero en general abundan los microrrelatos que abordan situaciones de la vida sorprendidas por su lado más misterioso o en la realidad del desamparo y el dolor de sus criaturas. En algunos casos el humor potencia una visión desdramatizadora que evita cualquier caída en el melodrama. Los temas van desde el amor y la muerte hasta la fugacidad de todo lo humano, la soledad y la lucha con las palabras. Las actitudes narrativas crean igual diversidad formal, desde el cuento dialogado hasta la narración lírica, pasando por frecuentes relatos lúdicos y de misterio y fantasía enraizados en la vida cotidiana. Y también hay homenajes a los grandes maestros del género, desde Poe hasta Monterroso, pasando por Borges y Cortázar. Sólo destacaré el admirable "Continuidad de los infiernos", donde el intercambio de papeles y planos en la ficción recuerda el mismo procedimiento (metalepsis) en el cuento de Cortázar "Continuidad de los parques"; y, por citar otro ejemplo, "El discípulo", que puede esconder un homenaje a Borges (o a Cunqueiro) en su afortunado empleo de la erudición apócrifa.