Image: Edward W. Said

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Novela

Edward W. Said

21 noviembre, 2001 01:00

"Bin Laden se ha convertido en la Moby Dick de Bush"

La próxima semana Madrid será escenario de un debate de altura sobre la crisis de Oriente Medio. A un lado, Juan Goytisolo. Al otro, Edward W. Said, ensayista y crítico literario americano de origen palestino, profesor en la Universidad de Columbia, y una de las autoridades mundiales en la materia. Además, Said es en muchos sentidos la quintaesencia del neoyorquino. Cortés y sutil, su amor por la ciudad es palpable. "Nueva York", dice, "desempeña un importante papel en el tipo de crítica e interpretación que yo he hecho". Refleja la incansable energía y diversidad de la ciudad. Además de su gran amor por la literatura y su inagotable interés por la política, es un inveterado devoto de la ópera y la música clásica. Dotado pianista, abre su casa del Upper West Side de Nueva York a escritores y músicos de todo el mundo. Al tiempo, intenta esquivar las preguntas de periodistas y curiosos, quizá porque lucha contra la leucemia y porque sus opiniones no gustan ni a Estados Unidos, ni a Israel ni a la OLP. De ahí el interés de esta entrevista y de su presencia en Madrid.

Said es neoyorquino desde 1963, cuando aceptó un puesto en Columbia, donde ahora es profesor universitario. Nacido en Jerusalén y educado en colegios de esa ciudad y de El Cairo, Said llegó a Estados Unidos en la década de 1950 y estudió en Princeton y Harvard. Estos días de crisis se habla mucho de los intelectuales famosos. Gran parte es música celestial. Edward W. Said es auténtico. Su talento creativo y capacidad intelectual están infundidos de pasión y de una cierta ira ante las hipocresías, las contradicciones y las indignidades de lo que pasa por comentario político, especialmente cuando procede de Oriente Próximo. Es indudablemente el portavoz más importante de la causa palestina en Estados Unidos.

Su productividad y la amplitud de sus intereses son impresionantes. Incesante e infatigable trabajador, mantiene un horario riguroso mientras lucha contra la leucemia. Autor prolífico, ha publicado recientemente Reflections on Exile y Power, Politics and Culture. Buena parte de sus escritos políticos están dedicados no sólo a escarbar recuerdos enterrados y afirmar la presencia palestina, sino también a señalar hacia un futuro en el que la paz sea posible. A lo largo de los años hemos hecho muchas entrevistas, y lo que siempre me llama la atención es su tremenda energía intelectual y, sí, su entusiasmo al hablar. Sigue siendo obstinadamente optimista. Su papel como opositor es "tamizar, juzgar, criticar, escoger para que la decisión y la influencia vuelvan al individuo", dice.

El Islam, secuestrado


Imagina Edward Said una comunidad que no exalte "los intereses mercantilizados y los objetivos comerciales rentables", y valora, por el contrario, "la capacidad de supervivencia y el desarrollo sostenido de una forma decente y humana. Son objetivos difíciles de alcanzar. Pero creo que es posible obtenerlos".

-Los acontecimientos del 11 de septiembre han desconcertado y confundido a muchos estadounidenses. ¿Cuál fue su reacción?
-Hablando como neoyorquino, a mí me resultó un acontecimiento estremecedor y terrorífico, especialmente su escala. En el fondo, era un deseo implacable de hacer daño a personas inocentes. Estaba dirigido contra símbolos: las Torres Gemelas, el corazón del capitalismo estadounidense, y el Pentágono, cuartel general de los altos mandos militares del país. Pero no estaba pensado para dialogar. No formaba parte de ninguna negociación. No se pretendía transmitir ningún mensaje con él. Habló por sí mismo, algo poco habitual. Trascendió a lo político y entró en lo metafísico. Aquí entró en funcionamiento una especie de mente cósmica y demoniaca, que negaba tener ningún interés por el diálogo, la organización política y la persuasión. Fue una destrucción sangrienta sin ninguna otra intención. Obsérvese que no hubo reivindicación de los atentados. Formó parte de la nada. Fue un salto hacia otro reino: el reino de las abstracciones absurdas y las generalidades mitológicas, en el que estuvieron involucradas personas que han secuestrado el Islam para sus propios fines. Es importante no caer en la trampa de intentar responder con represalias metafísicas de cualquier tipo.

-¿Qué debería hacer Estados Unidos?
-La respuesta justa a este terrible suceso era acudir inmediatamente a la comunidad internacional, a Naciones Unidas. Luego, debería imponerse el sistema de derecho internacional, pero probablemente es demasiado tarde, porque Estados Unidos nunca ha hecho eso; siempre lo ha solucionado por su cuenta. Decir que vamos a acabar con países o erradicar el terrorismo, y que es una guerra larga que va a durar muchos años, con muchos medios diferentes, insinúa que es un conflicto muy complejo e interminable para el que creo que la mayoría de los estadounidenses no están preparados. No hay un objetivo claro a la vista. La organización de Osama Bin Laden se ha extendido, y ahora mismo es probablemente independiente de él. Otros aparecerán y volverán a aparecer. Por eso necesitamos una campaña mucho más precisa, mucho más definida, mucho más pacientemente organizada, y que no sólo vigile la presencia de los terroristas, sino las causas que están en la raíz del terrorismo, que se pueden determinar.

Las dos caras de Estados Unidos

-¿Cuáles son esas causas?
- Derivan de una larga dialéctica de intervención de Estados Unidos en el mundo islámico, el mundo productor de petróleo, el mundo árabe, Oriente Próximo, esas áreas que Estados Unidos considera esenciales para sus intereses y su seguridad. Y en esta serie incesante de acciones recíprocas, Estados Unidos ha desempeñado un papel muy claro, al que muchos estadounidenses han sido ajenos o del que simplemente no se han dado cuenta.

»En el mundo islámico, Estados Unidos está considerado de dos formas diferentes. Una opinión reconoce que es un país extraordinario. A todos los árabes o musulmanes que conozco les interesa enormemente. Muchos de ellos envían a sus hijos a estudiar aquí. La otra opinión es la del Estados Unidos oficial, el de los ejércitos y las invasiones. El que en 1953 derrocó al gobierno nacionalista de Mossadegh en Irán y puso de nuevo al Sha. El que ha estado involucrado primero en la Guerra del Golfo y después en las tremendamente dañinas sanciones contra los civiles iraquíes. El que apoya a Israel contra los palestinos.
»Si uno vive en esa zona, ve estas cosas como parte de un impulso dominador y como una especie de empecinamiento, una pertinaz oposición a los deseos y aspiraciones de quienes viven allí. La mayoría de los árabes y los musulmanes sienten que Estados Unidos no ha prestado realmente atención a sus deseos. Piensan que ha estado apoyando políticas en beneficio propio y no siguiendo muchos de los principios que reivindica como suyos: democracia, autodeterminación, libertad de expresión, libertad de reunión, derecho internacional. Es muy difícil, por ejemplo, justificar los 34 años de ocupación de Cisjordania y Gaza. Es muy difícil justificar 140 asentamientos israelíes y aproximadamente 400.000 colonos. Estas acciones se llevaron a cabo con el apoyo y la financiación de Estados Unidos. ¿Cómo pueden ustedes decir que es parte de la adhesión estadounidense al derecho internacional y a las resoluciones de la ONU? El resultado es una especie de imagen esquizofrénica de Estados Unidos.

Paradojas y perversiones

»Ahora llegamos a la parte verdaderamente triste. Los gobernantes árabes son básicamente impopulares. Están apoyados por Estados Unidos contra los deseos de su pueblo. En toda esta embriagadora mezcla de violencia y políticas notablemente impopulares hasta el último ápice, no es difícil para los demagogos, especialmente aquellos que afirman hablar en nombre de la religión, en este caso el Islam, plantear una cruzada contra Estados Unidos y decir que deben de alguna manera derribarlo. Irónicamente, muchas de estas personas, incluidos Osama Bin Laden y los muyahidín, fueron, de hecho, alimentados por Estados Unidos a comienzos de la década de los ochenta, en su esfuerzo por sacar a los soviéticos de Afganistán. Se pensó que unir al Islam contra el ateo comunismo sería hacerle un flaco favor a la Unión Soviética y, de hecho, así fue. En 1985, un grupo de muyahidín viajó a Washington y fue saludado por el presidente Reagan, que los calificó de "luchadores por la libertad". Estas personas, por cierto, no representan al Islam en un sentido formal. No son imanes ni jeques. Se autodenominan guerreros del Islam. Osama Bin Laden, de nacionalidad saudí, se siente patriota porque Estados Unidos tiene tropas en Arabia Saudí, que es un lugar sagrado por ser la tierra de Mahoma. Está también este gran sentimiento de triunfalismo, de que de la misma forma que derrotamos a la Unión Soviética podemos hacer esto. Y de este sentimiento de desesperación y de religión patológica surge un impulso generalizado de hacer daño y herir, sin preocuparse por los inocentes y por quienes no están implicados, como sucedió en Nueva York. Ahora, comprender esto no significa, por supuesto, aprobarlo. Y lo que me aterroriza es que estemos entrando en una fase en la que si uno empieza a hablar de esto como algo que se puede entender históricamente -sin ninguna simpatía- lo consideren antipatriótico, y lo prohiban. Es muy peligroso. Precisamente incumbe a cada ciudadano el comprender bien el mundo en que vivimos y la historia de la que formamos parte y que estamos creando como superpotencia.

-Algunos políticos y grupos de opinión parecen hacerse eco de lo escrito por Kurtz en Heart of Darkness, cuando dice, "exterminad a todas las bestias".
-Los primeros días, lo encontré deprimentemente monocromático. Se ha expresado el mismo análisis una y otra vez, y dando muy poco margen a las opiniones, interpretaciones y reflexiones diferentes. Lo que es bastante preocupante es la ausencia de análisis y reflexión. Tomemos la palabra "terrorismo". Ahora se ha convertido en sinónimo de antiestadounidense, que, a su vez, se ha convertido en sinónimo de ser crítico con Estados Unidos, que a su vez se ha convertido en sinónimo de antipatriota. Es una serie de ecuaciones inaceptable. La definición de terrorismo tiene que ser más precisa, de forma que podamos discriminar, por ejemplo, entre lo que están haciendo los palestinos por luchar contra la ocupación militar israelí y el terrorismo del tipo que acabó en el atentado contra las Torres Gemelas.

-¿Cuál es la distinción que está usted estableciendo?
-Pensemos en un joven de Gaza que vive en las condiciones más terribles -la mayor parte impuestas por Israel- se envuelve en dinamita y se arroja contra una multitud de israelíes. Es algo que nunca he aprobado y con lo que no estoy de acuerdo, pero al menos es comprensible como deseo desesperado de un ser humano que se siente expulsado de la vida y de sus alrededores, que ve a sus conciudadanos, también palestinos, a sus padres, sus hermanos, sufrir, caer heridos o asesinados. Quiere hacer algo, devolver el golpe. Eso se puede interpretar como el acto de una persona verdaderamente desesperada que intenta librarse de unas condiciones injustamente impuestas. No es algo con lo que yo esté de acuerdo, pero al menos se podría comprender. Quienes perpetraron los actos terroristas contra las Torres Gemelas y el Pentágono son algo diferente, porque evidentemente no son personas desesperadas o pobres refugiados. Eran personas de clase media, suficientemente instruidas como para hablar inglés, poder ir a una escuela de vuelo, venir a Estados Unidos, vivir en Florida.

Un Otro amenazador

-En su introducción a la versión actualizada de Covering Islam: How The Media and The Experts Determine How We See The Rest of The World, dice: "Perversas generalizaciones sobre el Islam se han convertido en la forma menos aceptable de denigración de la cultura extranjera en Occidente". ¿A qué se refiere exactamente?
-La percepción del Islam como un Otro amenazador -en la que se representa a los musulmanes como fanáticos, violentos, lujuriosos e irracionales- se desarrolla durante el periodo colonial, en lo que yo he denominado orientalismo. El estudio del Otro tiene mucho que ver con el control y el dominio ejercido por Europa, y Occidente en general, sobre el mundo islámico. Y ha persistido porque tiene unas raíces religiosas muy, muy profundas, en las que el Islam se contempla como una especie de competidor del cristianismo. Si uno mira el programa de la mayoría de las universidades de Estados Unidos, teniendo en cuenta nuestra larga relación con el mundo islámico, encuentra pocas cosas verdaderamente informativas sobre el Islam. Si observamos los medios de comunicación populares, veremos que el estereotipo que comienza con El hijo del caíd de Rodolfo Valentino ha permanecido realmente y se ha convertido en el villano internacional de la televisión, el cine y la cultura en general. Es muy fácil hacer generalizaciones descontroladas sobre el Islam. Todo lo que uno tiene que hacer es leer prácticamente cualquier edición de The New Republic y verá allí que la maldad radical está asociada con el Islam, que los árabes tienen una cultura depravada, etcétera. Son generalizaciones intolerables que no se deberían hacer en Estados Unidos sobre otro grupo religioso o étnico.

Bush, nuevo capitán Ahab

-En un artículo publicado recientemente en el London Observer, dice que la campaña estadounidense a favor de la guerra se parece a la persecución de Moby Dick por el capitán Ahab. Explíqueme que quiere decir con esto.
-El capitán Ahab era un hombre poseído por un impulso obsesivo de perseguir a la ballena blanca que lo había herido -que le había arrancado la pierna- hasta los confines de la Tierra, sin importarle lo que sucediese. En la escena final de la novela, es arrastrado al mar, atado a la ballena blanca por la cuerda de su propio arpón y dirigiéndose a la muerte. Es una escena de finalidad casi suicida. Y todas las palabras que George Bush empleó en público durante las primeras fases de la crisis -"se busca vivo o muerto", "cruzada", etc.- no dan a entender un progreso ordenado y meditado para llevar al hombre ante la justicia según las normas internacionales, sino más bien algo apocalíptico, algo del orden de la propia atrocidad criminal. Eso empeorará muchísimo la situación, porque siempre trae consecuencias. Y yo pienso que dar a Osama Bin Laden -que ha sido convertido en Moby Dick, en el símbolo de todo lo malo que hay en el mundo- una especie de proporción mitológica es realmente seguirle el juego. Creo que necesitamos laicizar al hombre. Necesitamos bajarlo al ámbito de la realidad. Tratarlo como un criminal, como un demagogo, que ha desatado de manera ilegítima la violencia contra personas inocentes. Castigarlo de manera acorde, y no ponernos nosotros, y poner al mundo, a su alrededor.