Image: El mejor de los mundos

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Novela

El mejor de los mundos

Quim Monzó

27 febrero, 2002 01:00

Quim Monzó

Traducción de Q. M. Anagrama, 2002. 237 páginas, 13’20 euros

Quim Monzó (1952) ha traducido esta serie de relatos al castellano a la búsqueda de un público más amplio que parece ir admitiendo, sin complejos, que se ha convertido en uno de los mejores autores de relatos de la Península, logrando traspasar continentes e idiomas.

Por vez primera ha roto con otro tabú y se ha autotraducido. El conjunto de su obra deriva de la tradición rusa (Chejov, en especial), y de Kafka. Monzó acierta en el detalle realista que convierte en irreal por su detalle miniaturista. Atento a lo menudo, sus personajes producen la impresión de vivir su existencia de forma angustiosa.

El mejor de los mundos está dividido en tres partes.La primera la forman siete relatos; la segunda es una nouvelle; la tercera consta de seis cuentos más breves. Quizá los primeros relatos de la tercera parte no estén a la altura de los de la primera o de la brillante novela corta, "Ante el rey de Suecia", sátira angustiada de un poeta catalán que confía, año tras año, en obtener el Nobel y, a la vez, cambia de piso, de vida. Los nuevos vecinos, su incapacidad para afrontar una comunicación con el sexo femenino, su obsesión por su altura (un registro excesivamente kafkiano), el discurso que prepara y repite obsesivamente, que habrá de pronunciar ante el rey de Suecia, forman un contexto donde predominan los símbolos y un final determinado por la sorpresa, como sucede con tanta frecuencia en sus textos. Será mediante el registro cotidiano cuando acertará a introducirnos en una mente obsesiva, capaz de la hipercrítica y a servirse de la paranoia, de las obsesiones, de los bordes de la locura con tremenda eficacia. Aquellos "primores de lo vulgar" como se pretendía definir el estilo azoriniano, sirven aquí para captar no sólo el colorido mediterráneo, su luz y la belleza del instante. También para adentrarse en la tragedia. "Mi hermano", que abre el libro, es un cuento estremecedor. No utiliza efectos mágicos, ni siquiera se aparta un ápice de un aparente realismo, como en el cuento "Mamá", basado todo él en el uso del lenguaje.

En "Vacaciones de verano" y en otras zonas del libro podríamos observar la influencia del cine, y del de Hitchcock en particular. "Las cinco cuñas" carece apenas de argumento y aún menos de dramatismo. En "Fregando platos" la situación la creará un compañero de trabajo del protagonista que se presenta en la casa de verano. En "Dos ramos de rosas" la historia es cotidiana, pero algo deshace la normalidad y le permite a su autor incidir en la sexualidad, en las fantasías, en una vida matrimonial que no parece conflictiva. Hasta el lector podrá experimentar una normal anormalidad que consigue incorporando un secreto compartido con el lector: los dos ramos de rosas. "La vida perdurable" es una feroz parodia sobre el cáncer. El humor negro que destilan los relatos de Monzó no puede llegar más lejos. Quizá por ello "Tras el cursillo" parezca menos convincente. El final de "Cuando la mujer abre la puerta" resultará previsible, aunque mantenga la tensión dramática. Y en "El niño que se tenía que morir" recrea el mundo de la infancia y una crueldad que descubrimos en la diferencia de clases antes que en la psicología íntima. "La cerillera" y "El accidente" son otras dos espléndidas muestras de la capacidad creadora del autor. En especial el último, que cierra el libro, en la que enfrenta las reacciones violentas de la masa urbana con las del individuo.

Se trata ya de literatura de la crueldad, teñida, como siempre, por el ácido humor. Quim Monzó ha construido un libro coherente y atractivo. Nos lleva del folletín al absurdo. Observa como cobayas a sus personajes. En ocasiones, desborda lirismo; en otras, desvela la abyección del ser humano. El relato más o menos breve es un género difícil que domina aquí de forma magistral.