Image: La noche detenida

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Novela

La noche detenida

Javier Reverte

27 febrero, 2002 01:00

Javier Reverte. Foto: Mercedes Rodríguez

Premio Torrevieja 2002. Plaza & Janés. Barcelona. 224 páginas, 18 euros

Javier Reverte (Madrid, 1944) es autor de una dilatada obra entre el periodismo y la literatura. Como periodista estuvo en diferentes guerras en Centroamérica, en el Ulster y en Sarajevo. Escribió emocionantes libros de viajes, como El sueño de áfrica (1996) y Corazón de Ulises (1999), que tuvieron éxito entre muchos lectores.

Las novelas de Reverte, caracterizadas por su factura clásica y estilo fluido y ameno, construyen ficciones a menudo relacionadas con sus experiencias periodísticas y viajeras determinadas por acontecimientos cruciales en la historia del siglo XX. Así ocurre también en su última entrega, La noche detenida. Porque, como se nos adelanta en una breve nota introductoria, esta novela está escrita casi diez años después de las experiencias de guerra vividas por el autor en el otoño de 1992 cuando viajó a la ciudad de Sarajevo, sometida al cerco del ejército serbio, para escribir varios reportajes encargados por una revista. De aquel viaje al corazón del horror nació esta novela de amor y guerra, ficcionalizando una realidad cruel por medio de "personajes imaginarios que nos expliquen con mayor hondura la médula de la existencia humana".

La construcción de la novela se rige por el tradicional modelo tripartito de presentación, nudo y desenlace. En los tres momentos mantiene su apoyo en la realidad que interesa al periodista y potencia la tensión emocional que exige la ficción. Comienza con varios capítulos dedicados al viaje del narrador y protagonista desde París hasta Sarajevo pasando Venecia y el recorrido posterior en automóvil por tierras yugoslavas en una geografía reconocible. Ya en Sarajevo, en el cuerpo central de la novela, se concentra la historia de amor y guerra vivida de modo tan apasionado como efímero entre el protagonista y una ginecóloga a quien la guerra ha separado temporalmente de su marido y su hijo. Aquí se alían la condición del periodista que observa y cuenta el difícil ejercicio de sobrevivir en aquella espantosa encrucijada de odios y la capacidad fabuladora del escritor para dar envoltura novelesca a esta dramática realidad enriquecida por la experiencia amorosa vivida en plena guerra. Finalmente, el desenlace precipita el regreso del narrador y protagonista a su anterior forma de vida en París, donde, dominado por los recuerdos y pesadillas, escribe esta novela.

Lo mejor de la obra está en los capítulos de Sarajevo, que son la mayoría. Porque en esta parte central se descubre lo más sublime y lo peor de la condición humana, desde la hipocresía de las naciones implicadas en el tráfico de armas hasta los fanatismos nacionalistas y religiosos, pasando por negocios sin escrúpulos surgidos al calor de la guerra y las simulaciones de periodistas sin alma para apoderarse de fingidas imágenes del horror. Todo ello pretende ampliar su alcance hasta ofrecer una apurada revisión crítica del siglo XX como época de grandes utopías que, al decir de Octavio Paz, acabaron en campos de concentración. Así lo entiende el viejo profesor de la ginecóloga, el cual ha visto malograrse todas sus enseñanzas. Aunque, en medio de tanta incomprensión y locura, pueda surgir una sincera relación de amor, truncada por las ataduras de los amantes.

Esa es "la noche detenida" del título: aquella pasión que queda en la memoria del narrador entre las ruinas de una ciudad en guerra. El autor ha sabido contarla con autenticidad en una novela destinada al gran público. Se le han deslizado ciertas impropiedades léxicas y algún descuido en la cronología interna del relato (págs. 78-79). No son muchas las deficiencias. Además se pueden corregir con facilidad. Porque, en general, la novela está escrita con naturalidad y sencillez, con fluida narración de los acontecimientos, ajustadas descripciones y diálogos breves y rápidos, acordes con las prisas y los miedos de la realidad novelada. Y a veces se acude al humor, incluso de signo macabro, como bálsamo para evadirse de crueldades y tensiones.