Image: La gran bruma

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Novela

La gran bruma

Juan Pedro Aparicio

20 marzo, 2002 01:00

Juan Pedro Aparicio

Espasa Calpe. Madrid, 2002. 216 páginas, 15’03 euros

Juan Pedro Aparicio (León, 1941) creó el personaje literario del policía Gonzalo Malo Malvido en Malo en Madrid o el caso de la viuda polaca (1996), una novela que su propio autor consideró como "más de coña que de género".

Cinco años después de la primera salida de este subcomisario de provincias destituido y trasladado a Madrid como inspector en una comisaría de distrito, tras la publicación de la inquietante El viajero de Leicester (1998) y la recreación memorial de Qué tiempo tan feliz (2000), aparece la segunda entrega novelística protagonizada por el quijotesco policía, que choca con sus superiores en Madrid y se estrella contra las redes del poder y las altas finanzas en turbios negocios que desbordan la frontera española.

La Gran Bruma es el inmenso entramado de intereses urdido en torno al poder político y económico que cuenta con múltiples derivaciones en negocios clandestinos. Malo sabía, por el viejo comisario Bienzobas, que "era esa zona de sombra que todo policía con sentido común debe saber evitar" (pág. 21). Pero acabará entrando en ese territorio prohibido al encargarse de resolver el enigma de un compañero desaparecido en Francia en circunstancias desconocidas y dado por muerto. La investigación emprendida por encargo de la viuda en Madrid empieza por llevar a Malo a pensar en operaciones de los GAL y acaba por descubrir en Marbella los hilos de un asombroso negocio dedicado a proporcionar dobles que puedan suplantar a célebres personalidades y a una prostitución de lujo con mujeres presentadas con la figura de princesas euro- peas para disfrute de jeques árabes. Al final nuestro policía descubre la gran mascarada del poder y del dinero en la que fue engullido su antiguo compañero. Aunque bien podría ocurrir que todo siga como antes en tan engañoso juego de apariencias. Sea como fuere, su recorrido ya se justifica por dejar al descubierto lacras de la sociedad.

La Gran Bruma es mejor novela que su predecesora, tanto en la más lograda construcción de su intriga según los moldes de la novela negra como también por las distorsiones introducidas en las convenciones del género. Lo primero se aprecia en el relato de una investigación articulada en un hábil sistema de hallazgos y conjeturas, que consigue mantener la atención del lector desde la primera página hasta la última. Lo segundo se manifiesta en una actitud narrativa sustentada en la ironía y el humor, que enriquecen el texto a fuerza de romper tensiones y dramatismos de alguna situación; y también en la integración de calculadas dosis de fantasía eficazmente asimiladas en la intriga con la natural explicación que les da su justificación por el negocio finalmente descubierto.

El humor se manifiesta en ingeniosos y malévolos juegos de palabras como los ensayados con los nombres de Roldán-Ladrón, Coca-Caco y Diana-Nadia. La ironía deja paso a la parodia del género cuando, como sucede en el capítulo 11, la casualidad permite a Malo escapar de sus perseguidores en Marbella por la azarosa irrupción de un amigo en moto, y en momentos en que la tensión se quiebra por la imprevista entrada de otro elemento ajeno a la situación. Todo ello resulta coherente con el trasfondo de pesimismo y melancolía que laten en la novela y tienen su mejor imagen en el retiro de Bienzobas en una residencia de Alcorcón.