Image: El fulgor y los cuerpos

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Novela

El fulgor y los cuerpos

Julio Valdeón

27 marzo, 2002 01:00

Julio Valdeón

Espasa. Madrid, 2002. 200 páginas, 16’20 euros

Julio Valdeón (Valladolid, 1976) ha escogido el modelo del relato del aprendizaje para la composición de El fulgor y los cuerpos. Como suele ocurrir en tantas novelas de adolescencia -y más si están escritas en la juventud-, la memoria aquí novelada en forma de autobiografía se nutre de la experiencia como fuente de vida que asegura la autenticidad de la literatura.

Esto no quiere decir que lo recreado en esta novela le haya ocurrido a su autor. Su obra se presenta como una "novela memorialística" que quiere convertirse en relato de una educación sentimental, en sentido puramente flaubertiano, para terminar completando un genuino retrato de artista adolescente. Y debe proclamarse que el joven autor ha acertado en lo sustancial con una novela lírica de alto mérito literario, enriquecida por el aliento poético de una prosa pergeñada con indudable imaginación verbal y por la hondura humana de su creativa relación de unos años decisivos en la formación del hombre y del escritor.

Si resumimos el contenido de esta obra en una frase podría decirse que se trata de una novela de la difícil transición a la adolescencia escrita desde la juventud agitada por la pasión de la escritura. El narrador y protagonista se empeña en resaltar el texto de su rememoración como un encarnizado exorcismo interior que él considera un "dietario sin fechas" escrito con "restos de mí mismo", "estos diarios, novel autobiográfica que mezcla la fábula y pasado con mis actualidades". Y así va recreando fragmentos de su infancia y adolescencia en dos lugares contrapuestos: el pueblo andaluz de la costa mediterránea donde pasó sus primeros años y la levítica ciudad castellana a la que tuvo que trasladarse con su madre enferma en su regreso a casa de los abuelos. Nunca se dice, pero bien puede tratarse de Valladolid, con su río, su céntrico parque, su pasado inquisitorial, la gravitación del tardofranquismo en plena democracia e incluso con los pinares de los alrededores. Por ello, tanto por su ambientación en este espacio provinciano axfisiado por el peso de la rutina y la tradición religiosa como por la construcción fragmentaria del texto y la esforzada lucha en favor de la creatividad verbal, resulta profundamente coherente el homenaje a Umbral, memorialista de aquella ciudad y artífice de la novela lírica en las últimas décadas, aludido en varias ocasiones y citado en alguna, entre otros recuerdos y citas de escritores de diverso signo.

En la estructura de la novela hay dos momentos especialmente relevantes. Ambos están marcados por la muerte de un compañero del narrador y protagonista en sus años al borde de la legalidad. En los umbrales de la adolescencia el grupo de muchachos derrochaba su rebeldía contra lo establecido. La muerte del más apocado provoca la rememoración de la infancia en el pueblo andaluz hasta los ocho años. Son los primeros capítulos de la novela, cuyo texto se va construyendo en adelante de acuerdo con una cronología lineal, aunque con oportunas retrospecciones temporales y alguna llamada de atención al futuro. A partir del capítulo tres se narra el traslado del niño mediterráneo a la ciudad de provincias en la meseta castellana. En los diez capítulos siguientes el narrador y protagonista, desde su juventud, pero adoptando la visión del adolescente prematuro, recrea su acceso a la experiencia en diferentes órdenes de la vida, desde su conflictiva relación con sus abuelos y con los profesores del colegio y del instituto hasta su despertar sexual y su relación con el alcohol y las drogas. En el capítulo trece, con el recuerdo de la muerte de su compañero, se cierra la anterior etapa y se abre otra en la que, por encima del turbio pasado reciente del narrador y protagonista, se impone su adicción a la escritura, su pasión por conquistar el idioma. De lo cual el texto que estamos leyendo, si hacemos gracia de algunos excesos, ha venido dando muestras suficientes para saludar la aparición de un nuevo escritor con firme proyección de futuro.