Image: Fuga en espejo

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Novela

Fuga en espejo

Mariano Antolín Rato

10 abril, 2002 02:00

Mariano Antolín Rato

Premio Fernando Quiñones. Alianza, 2002. 269 págs, 18 euros

Uno de los dos personajes principales de Fuga en espejo, el fotógrafo Roger Cámara, le dice al otro, el novelista Rafael Lobo, que él prefiere "la escritura sencilla, poco alambricada". Esta afirmación, hecha con ánimo de incordiar a su amigo, constituye una de las referencias a la literatura, y al arte en general, prodigadas por la novela.

De hecho, Rafael Lobo y Roger Cámara vienen a ser un desdoblamiento de la sensibilidad artística (una que emplea la escritura y otra la imagen) gracias al cual se comentan y debaten variados aspectos de la creación.

La opinión de Cámara funciona como uno de los múltiples guiños al lector; está claro desde su arranque que Fuga en espejo practica con fervor la escritura alambicada, la que tiene su meta en la reflexión metaliteraria, en la exhibición de los requisitos para construir un relato y de las perplejidades del escritor, y no en la mera copia de la realidad. De hecho, hacía mucho tiempo que no se veía entre nosotros una novela tan volcada en el juego de diseccionar la propia novela.

En realidad, Fuga en espejo se desdobla en dos narraciones, la que lleva este título y otra, a veces denominada El último hotel, buena parte de la cual se inserta dentro de la anterior. Muestra del entusiasmo en esta dirección de Antolín Rato la tenemos en que se apuntan posibles modificaciones o dudas acerca del borrador de esta especie de muñeca rusa y hasta se habla de la agente literaria que trata de colocarla a un editor. No acaban aquí las referencias culturalistas de Fuga en espejo y, aun sin detenerse en ello todo lo que requiere el libro, resulta imprescindible mencionar la ocupación y el papel de otro personaje fundamental, una artista plástica de la más rabiosa vanguardia llamada Kiki Oiran. Esta mujer, protagonista de la novela que está escribiendo Lobo, fue fotografiada por Cámara al realizar una de sus obras famosas y produjo, tiempos atrás, una convulsión en el novelista que determinó el carácter errante del resto de su existencia.

Ya sé que hablar sin mucha extensión y sin poder detallar este tipo de anécdotas produce un efecto de galimatías. Ha de precisarse, por eso, que la novela de Mariano Antolín Rato no adolece de un exceso de complicación, y un pequeño esfuerzo de lectura resuelve su indudable complejidad desvelando una historia clara. Además, no se tarda a percibir que ese nudo de vínculos entre artistas apunta a la relación básica entre vida y literatura (o vida y arte, si se prefiere).

De este modo, Fuga en espejo parte de reflexiones sobre el arte para abocar en una narración existencialista, de un nihilismo radical. Da una visión fraccionada y enigmática del mundo, inunda el relato de sustitutos de la realidad común (Lobo no para de fumarse canutos y habla de sus experiencias con potentes ácidos), y trata con mucha crudeza de la muerte.

Podría decirse que se trata de un texto de ambición metafísica. Se habla del presente y del futuro, de lo real y lo irreal, de la corta "tasa de supervivencia" de toda persona; en fin, del destino. El rumbo de la vida parece depender de impulsos inexorables y extraños. El arte de radical provisionalidad de Oiran se empareja con el sida que acaba con la artista. Y un fatalismo determina a Lobo, siempre solo y nada más acompañado de las alforjas de su potente moto, la cual ha tenido incluso que vender.

Rafael Lobo es una imagen simultánea de la condición humana y del artista. Lobo tiene, pues, la categoría de una metáfora, impregnada de fuerte valor emocional, pero no escrita ni dirigida a un lector amante de peripecias novelescas convencionales. Esto debe tenerlo en cuenta quien se anime a bucear en esta nueva entrega de un narrador que, aunque en su dilatada trayectoria ha moderado su experimentalismo de hace unos lustros, no renuncia a esas raíces consustanciales a su escritura.