Image: La sombra y la penumbra

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Novela

La sombra y la penumbra

Julián Rodríguez

22 mayo, 2002 02:00

Julián Rodríguez. Foto: M. S. Moñita

Debate. Madrid, 2002. 142 páginas, 13’25 euros

Después de la novela Lo improbable, publicada hace unos meses, Julián Rodríguez -Ceclavín (Cáceres), 1968- reúne en este volumen tres novelas cortas: "Cavar", "Palabras" y "Máscaras". De nada serviría bosquejar las historias que en estos relatos se encierran, porque es lo que menos ha interesado al autor, y también lo menos interesante de su aportación. Aunque planteadas como narraciones independientes, el lector tiene en muchos momentos la sensación de encontrarse ante variaciones de un mismo tema -incluso en la tercera novela aparece el motivo de un suicidio que ya se había ofrecido en la primera-, tal es la solidaridad de elementos temáticos y compositivos que gobierna el conjunto. Estos motivos recurrentes son fáciles de distinguir. Nos encontramos en todos los casos ante personajes desplazados, que esconden un íntimo sentimiento de desarraigo y parecen haber perdido el norte al huir del mundo rural a la gran ciudad. La vida pasada, el mundo perdido, se mezcla en sus recuerdos con ensoñaciones y deseos -expresados con notable riqueza plástica- que aluden encubiertamente a historias no desarrolladas o sólo entrevistas. Uno de los narradores de "Palabras" confiesa algo que podría aplicarse a todas las voces que pueblan estas páginas: "Recordaba mis primeros años de vida...Pero no podía precisar qué impresiones recordaba realmente o cuáles eran tan sólo relatos sobre aquella época, relatos de mis padres o de mis abuelos" (pág. 75). En esta atmósfera imprecisa y evanescente se mezclan las reflexiones, las sintéticas caracterizaciones ambientales, las citas de textos ajenos, los diferentes puntos de vista que se interfieren sin marca alguna.

Es precisamente en esta mezcla de voces donde la narración se tambalea por falta de claridad, mientras que los recursos para crear atmósferas y estados anímicos actúan con eficacia, gracias a una sintaxis recortada, de enunciados breves, repleta de elipsis que fuerzan al lector a completar los datos e informaciones que se omiten, con sensibles notas paisajísticas que acentúan la intensidad de la evocación. En este plano que podríamos denominar estilístico reside la mayor solidez del autor. El punto más débil es su construcción narrativa, la articulación de las historias, el uso no siempre nítido de los cambios de perspectiva y cierto esquematismo que acaba por dañar la contextura psicológica de los personajes y reducirlos a sombras silueteadas. Pero hay en esta prosa y en este modo de contemplar los hechos una acusada personalidad, algo que no es común y que tal vez destacaría más si lo que algunos consideran desdeñosamente aspectos técnicos de la narración estuviera mejor resuelto. Se apunta en estos relatos, cuya hondura expresiva es innegable, una singular forma de narrar que necesita todavía algunos ajustes.