Image: Revolución

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Novela

Revolución

Horacio Vázquez-Rial

12 septiembre, 2002 02:00

Horacio Vázquez-Rial. Foto: Mercedes Rodríguez

Ediciones B. Barcelona, 2002. 171 páginas, 14 euros

Acaso por su formación de historiador, Horacio Vázquez-Rial (Buenos Aires, 1947) inyecta en sus novelas una considerable carga testimonial, no resuelta necesariamente, claro está, en fidelidad autobiográfica de radio corto, sino en reflejo de los grandes problemas de una época que han afectado a millones de personas en todo el mundo.

Como en otras obras del autor, la condición de emigrante o trasterrado, así como la experiencia de la disolución de las ideologías supuestamente progresistas, de las ilusiones juveniles y de los horizontes utópicos, son motivos esenciales de la narración, configurada en este caso como un autorretrato inmisericorde, como una disección apasionada en la que Pablo Estévez, argentino afincado en Barcelona -como el autor- da a conocer su trayectoria vital. La reflexión acerca de sucesos devisivos del siglo XX, el análisis desmitificador de grandes figuras históricas y, en suma, la naturaleza marcadamente argumentativa y teórica del discurso, predominan sobre la narración pura y simple de hechos, por lo que no es de extrañar que el propio Estévez afirme: "Esto, más que un relato, ya lo veo, ya lo he visto, es un atestado, una declaración ante el juez" (pág. 88). Y en muchos momentos, en efecto, el lector tiene la impresión de que el grado de invención operante en el relato es mínimo, y que la realidad histórica invade el terreno de la ficción. A pesar de todo, el marco narrativo de la obra no puede ser más clásicamente literario, ya que obedece al esquema del manuscrito ajeno y del discurso confesional al que se supeditan multitud de obras, desde el Lazarillo hasta el Pascual Duarte: el escritor Vero Reyles, nombrado varias veces en el manuscrito, publica la obra de su amigo y compatriota Pablo Estévez tras el fallecimiento de éste, producido -nótese la fecha- el 10 de septiembre de 2001. Por otra parte, ese manuscrito iba dirigido, en realidad, a Roberto Cáceres, hijo de Federico Cáceres -que fue no sólo amigo de juventud de Estévez, sino también su maestro-, y el propósito del texto era explicar la evolución hacia el desencanto, el fracaso y el escepticismo de toda una generación de jóvenes argentinos seducidos por el horizonte de una redentora revolución comunista: "El drama de la revolución que no existió, en un escenario preciso que si existió pero que ya no existe" (pág. 70). De hecho, el relato estÞá salpicado de marcas gramaticales que indican la existencia de ese destinatario concreto: "mamá, y entiéndeme, por favor..." (pág. 28); "tú, que ha escuchado tangos..." (pág. 29); "quiero llegar a contarte lo que a ti te interesa" (pág. 70); "este viejo seductor que te habla..." (pág. 163), etc.

La historia de aquellos jóvenes argentinos cuyas inquietudes políticas fueron objeto de duras represiones que los condujeron con frecuencia a la muerte o al exilio, aparece aludida esquemáticamente mediante referencias a casos concretos -la patética historia de Mirjana, la tortura de Fernando Echevarría, el caso de Miguel Arellano- porque lo que se impone a todo es la conciencia lúcida de un narrador-testigo que, en último término, como suele ocurrir en escritos de naturaleza confesional, trata de explicarse a sí mismo y de justificar su propia historia, que no se refiere sólo al problema de Argentina, sino a la transformación del mundo, a la pérdida de una Europa "anterior a la unidad, anterior a la hegemonía alemana, anterior a este cuarto reich cuyo ascenso presenciamos"; una Europa que "era una tensión creadora, no un problema bancario" (pág. 46). La retórica rotunda -aunque con anáforas y esuqemas disyuntivos y analógicos reiterados en exceso- de Cázquez-Rial brilla especialmente en la visión desengañada y escéptica de la política mundial, en la spinceladas evocadoras del París gaullista, en las páginas (57-59) dedicadas a la condición lingöística del emigrante, en los rápidos y nada convencionales perfiles de Fidel Castro, el Che Guevara y otras muchas figuras políticas. Vale la pena seguir minuciosamente el implacable discurso de Pablo Estévez, que resonará en las conciencias de muchos lectores de cierta generación como el eco de sus propias vidas y de sus más recónditos sentimientos.