Image: Lourdes Ventura

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Novela

Lourdes Ventura: "El poder aplaude a los niños mimados de la cultura sus obviedades"

17 octubre, 2002 02:00

Lourdes Ventura, por Gusi Bejer

Pregunta: El poeta sin párpados... ¿vale la pena, para lo que hay que ver? Respuesta: Yo últimamente sólo abro los ojos en los sueños, y los cierro por las mañanas cuando me levanto. Resulta algo dislocado, pero relajante. P: A la narradora le entran “ataques de palabras” ¿Su novela sería uno de ellos? R: Puede ser; aunque en las novelas “los ataques de palabras” son silenciosos. Lo malo son los aulladores y damiselas parlantes profesionales, que montan mucho más estrépito. P: Escribe que las heroínas románticas tendían a los gestos desesperados por lo que oprimía el corsé. Y que hoy casi ninguna mujer tiene ganas de morir de amor ¿No hay muchas maneras de morir de desamor? R: En los países democráticos uno piensa que el lechero te va a decir un amable buenos días; pero el cianuro te lo puede poner tu consorte en el café. Las bombas son la prolongación de las miradas asesinas que lanzamos al vecino. P: ¿Cuáles son las cinco palabras más hermosas que se le ocurren ahora mismo? R: Sueño. Huracán. Vértigo. Espuma. Cierzo. Se las tomo prestadas a Bécquer. P: Con tres años, Elisa del Castillo rima sin cesar (“la tía está fría”, “esos cantores van vestidos de colores”) ¿En nuestros días hubiera acabado de tertuliana? ¿de crítica literaria quizás? R: Imagine que le quitamos a Elisa la crinolina, el corsé, la camisola, los guantes, la esclavina, los prendedores y el sombrero; le ponemos un traje de chaqueta pistacho y la dejamos hablar sin ton ni son. Lo mismo se nos mete a política. P: ¿Cuánta poesía y realismo mágico hay en su obra? R: Esta historia es una alucinación poética y, en esa medida, con todo respeto, soy deudora de Borges y de Valle y de Holderlin y de Shakespeare y García Márquez y de Silvia Plath y de Neruda... P: A Bécquer se le tacha hoy de anticuado y cursi... R: Fue el poeta que inauguró la modernidad literaria en España, convirtiendo al lector en un cómplice cercano. Toda la literatura biográfica e intimista que ha venido después estaba ya prefigurada en él. Por eso al leerlo sin prejuicios lo sentimos todavía próximo. Campoamor y Espronceda han quedado más entelarañados y polvorientos. P: ¿Llora “lágrimas de tinta” como Elisa? R: Lloro lágrimas de tinta y de las otras todos los días. Llorar a moco tendido desbloquea una barbaridad, y me lo tiene recomendado mi médico. P: En la novela, Fermina conoce recetas mágicas para todo. ¿Conoce alguna para lograr buenas críticas? R: Ni idea, pero ¿conoce usted alguna receta para que los editores te regalen esas páginas gigantes de publicidad con que se premia a algunos autores y autoras? P: Bécquer desconoce el arte “de babosear adecuadamente”. ¿Hoy abundan los babosos literarios? R: Abundan los niños mimados de la literatura, a los que los poderes culturales aplauden cada obviedad que escriben y pronuncian con desparpajo o solemnidad, según los casos. P: Dice la protagonista de su novela que muchas arpías ricas huelen a maldad. ¿A qué huele la literatura española actual? R: Si viniera un “nariz” de los que olfatean los perfumes, percibiría algunos aromas rancios, otras notas profundas y de vez en cuando acordes deliciosos perdidos entre bastante olor a “nada”. P: ¿Y la crítica? R: A los pobres críticos se les achaca más maldad y poder del que tienen. Hoy un crítico honesto puede demostrar que una novela es mediocre, y una campaña de marketing afirmar lo contrario. Entre los críticos que aman la literatura, y los programadores de éxitos mediáticos, me quedo con los críticos. P: ¿Cómo se imagina a Bécquer si viviera hoy?, ¿sería un poeta de La Moncloa? R: Hoy le dirían: no das la imagen, Gustavo. Demasiada pasión, no eres nada “cool”. Y lo condenarían al silencio, como entonces. P: ¿La escritura le resulta tan relajante como a Elisa? R: La escritura me salva y me enferma, casi como el amor. P: Ahora que lo menciona, también su anterior novela era una historia de amor: ¿es su tema predilecto? R: Mis personajes andan a vueltas con el amor y el desamor, pero también con sus conflictos con el poder, la crueldad, las palabras que nos acarician o nos matan, los sueños, la impostura, las injusticias. Ciertos discursos intimistas pueden ser subversivos. P: ¿Qué es lo más raro que ha hecho por amor? R: Suelo levitar en los momentos de intensidad amorosa. Romeo me tiene que atar con una cuerdecilla para que no me eleve como esos globos que se quedan pegados al techo. P: ¿Y por amor a la literatura? R: Resistir todo tipo de huracanes, maremotos y hambrunas. P: ¿Se imagina a Bécquer haciendo “bolos” de sus Rimas y leyendas? R: Pobre, llegaría tosiendo a la Feria del Libro y nunca le mencionarían por los altavoces. Nunca tendría una fila de lectores, ni le besarían las manos los devotos. P: ¿Y ahora qué? R: Cada vez que acabo un libro juro que me voy a vivir a otro país y que ya no publico otra novela hasta cumplir los 70 años. Esta vez a lo mejor lo hago.