Image: Los días de Eisenhower

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Novela

Los días de Eisenhower

Manuel Rico

24 octubre, 2002 02:00

Manuel Rico. Foto: M. R.

Premio Andalucía 2002. Alfaguara. 262 páginas, 13’20 euros

Manuel Rico pertenece a esa clase de escritores poco abundante entre nosotros actualmente que entienden la literatura como un medio de reflexión sobre la rea-lidad histórica concreta.

La dimensión comunicativa de sus novelas responde a esa meta y resulta más que significativo que en su faceta de estudioso se haya preocupado por la poesía de Félix Grande y Vázquez Montalbán. Esta firme postura explica que Rico utilice elementos de obras suyas anteriores en Los días de Eisenhower. Vuelve a presentar a alguien con vocación literaria que escudriña en su memoria para rescatar la vida española bajo el franquismo; en ese protagonista encarna la trayectoria de un joven de los 60; se refiere de nuevo a la actividad política clandestina y coloca la anécdota en la Ciudad Lineal madrileña, emblema de las transformaciones socioeconómicas de nuestro país en ese decenio. También en el aspecto formal hay similitudes. Al igual que en ocasiones anteriores, Rico se sirve de una trama de misterio como hilo conductor. En esta ocasión, la intriga se centra en el complot que urden unos comunistas para atentar contra Franco coincidiendo con la visita a España de Eisenhower en 1959. La reconstrucción de la época se desprende de la evocación de esos imaginativos sucesos casi en el año 2000.

Esta y otras semejanzas indican la coherencia de la obra de Rico, pero también sugieren lo que puede ser el problema de fondo por el cual un relato interesante como éste sólo resulte bienintencionado. Parece como si el autor se hubiera dejado arrastrar por una cierta rutina al tratar un motivo que le es grato. En consecuencia, surgen no pocos reparos. La perspectiva del narrador no está bien delimitada y entran en el relato elementos que, tal como aparecen, se deben a la mirada del autor. En cuanto a la expresión, el narrador, en primer persona, utiliza una prosa trabajada que revela esmero, aunque tiende a la verbosidad, pero cuando los personajes dialogan, hablan con una lengua culta impropia de lo conversacional.

Estas limitaciones perjudican una novela que con mayor vigilancia podría haber sido buena. Sobre todo porque la virtualidad de sus propósitos sigue intacta. Debe subrayarse, por una parte, su justo empeño en atribuir a la memoria un papel destacado en el conocimiento de la verdad profunda de la historia; y, en paralelo con esto, la reivindicación del precio que algunos idealistas pagaron por no doblegarse al franquismo. Por otra parte, la indagación en la experiencia del exilio interior.

Aparte la intención analítica, son muy meritorios en Los días de Eisenhower la carga emocional del relato y el modo de anudar el suspense. Estos elementos no sirven por sí solos sin embargo para lograr la plenitud artística que uno desearía. De todos modos, se trata de una novela atractiva y amena, cuya oportunidad se realza si se enfrenta a Cuéntame..., la popular serie de la pequeña pantalla, con la que coincide en algunos detalles anecdóticos y testimoniales. Rico asedia el recuerdo de los últimos lustros del franquismo con un enfoque crítico y social necesario para juzgar una época y que ni por asomo aparece en la limitada perspectiva costumbrista de la crónica televisiva.