Image: La visita del médico de cámara

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Novela

La visita del médico de cámara

Per Olov Enquist

14 noviembre, 2002 01:00

Per Olov Enquist. Foto: Mercedes Rodríguez

Trad. Martin Lexell y Cristina Cerezo. Destino. Barcelona, 2002. 357 págs.,18 euros

Desde el viaje de Platón a Siracusa, no se ha interrumpido la especulación sobre la posibilidad de reformar la política mediante la influencia de la filosofía. El fracaso de Platón no impidió que los ilus- trados recorrieran Europa, buscando monarquías dispuestas a encarnar el ideal del rey-filósofo. Per Olov Enquist (1934, Hjoggbüle, Suecia) ha optado por la novela histórica para recrear un episodio menor de esta epopeya del espíritu.

A finales del XVIII, sube al trono de Dinamarca Cristián VII. Bajo su gobierno, se adoptan una serie de medidas que reflejan el propósito de sacar al país de su atraso. Estas iniciativas despertarán las simpatías de los ilustrados. Voltaire dedicará un poema al rey y Rousseau estudiará la posibilidad de instalarse en una nación amante de las Luces. Sin embargo, Cristián VII no es Catalina de Rusia, sino un pobre enajenado, cuya autoridad ha sido usurpada por el conde Struensee, un joven médico alemán que se ha convertido en el amante de la reina, la princesa inglesa Carolina Matilde. Los cambios promovidos por Struensee, que contemplan la abolición de la servidumbre y la tortura, tendrán una vida efímera. Una conspiración palatina pondrá fin al perío-do reformista, enviando a la reina al exilio y a Struensee al patíbulo.

La trayectoria de Per Olov Enquist incluye la crítica literaria, el teatro, la novela, el cine (escribió los guiones de Pelle, el conquistador y Hamsun, el Nobel noruego) y el deporte (ha competido en salto de altura en pruebas internacionales). En su obra narrativa, siempre se ha advertido el compromiso político. Simpatizante socialista, no ha excluido la experimentación formal, fundiendo en ocasiones relato y ensayo. Esta vez, su prosa, sin renunciar a la inspiración política, ha escogido un registro narrativo alejado de planteamientos innovadores. Este giro se inscribe en el conservadurismo que, desde hace más de dos décadas, domina el orbe de la novela. Frente a las voces que deploran este fenómeno, conviene recordar que en los textos donde el lenguaje no devora al argumento, prevalecen ciertas virtudes clásicas, como el orden, el equilibrio y la síntesis. Sin menospreciar otras concepciones de la novela, hay que celebrar textos como el de Per Olov Enquist, cuya habilidad para mantener la expectación del lector no presupone un ideario estético complaciente. No hay conformismo en La visita del médico de cámara, sino un genuino interés por lo humano.

Per Olov Enquist no se conforma con el relato histórico. Al igual que Delibes en El hereje, aprovecha unos acontecimientos reales para elaborar un tratado de las pasiones, cuyo ámbito de análisis incluye el resentimiento, la ambición, el fanatismo o los sótanos del deseo, ese espacio en penumbra donde el amor y la muerte dibujan las orillas de "un mar negro y mercurial".

El estudio de las emociones no es incompatible con la reflexión política. El fracaso de las reformas ilustradas no puede atribuirse tan sólo a la reacción de los poderes tradicionales. La razón es un faro, pero también una antorcha que arroja oscuridad. No hay que olvidar, además, la incapacidad del pueblo para identificar las causas de su opresión. Entre los aciertos del texto, hay que mencionar la capacidad de infundir vida a los personajes. Cristián VII es un personaje patético, que confunde la realidad con la ficción, un verdadero Hamlet (no hay que olvidar que los hechos discurren en Dinamarca), incapaz de decidir entre sus obligaciones políticas y sus juegos con un perrillo y un esclavo negro. Su esposa, la "puta inglesa", vive el deseo sexual como un desafío a las convenciones, sin dejarse intimidar por las ideas de culpa y pecado. Struensee es un joven idealista, pero carente de determinación. Guldberg, que lidera la conspiración palatina, encuentra en la piedad religiosa un desagöe a su sexualidad reprimida.

Precedida por la famosa cita de Kant sobre el sentido de la Ilustración, La visita del médico de cámara refleja la impotencia del ser humano para asumir su propia libertad.