Image: En Bayona, bajo los porches

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Novela

En Bayona, bajo los porches

Miguel Sánchez-Ostiz

28 noviembre, 2002 01:00

Miguel Sánchez-Ostiz. Foto: Mercedes Rodríguez

Seix Barral. Barcelona, 2002. 487 páginas, 20 euros

Hace un par de años publicó Miguel Sánchez-Ostiz un Derrotero de Pío Baroja donde deja constancia de su fervoroso entusiasmo por la vida y obra del biógrafo de Aviraneta. Con este ensayo confirmaba que Baroja, como cualquier lector de las novelas del navarro presume, está en la base de su proyecto literario y vital.

En efecto, numerosas coincidencias se perciben entre ambos: comparten la adjetivación descalificatoria, el léxico coloquial, la denuncia del presente, la rebeldía frente a las convenciones y un poso de simpatía libertaria. Las obras de Sánchez-Ostiz suelen describir la derrota de los individuos honestos y para ello utiliza una narrativa de corte social que denuncia la múltiple corrupción de nuestros días. Su penúltima novela, El corazón de la niebla, supuso, sin embargo, un apreciable cambio porque, sin renunciar a un ácido alegato coral, anunció un acorde algo distinto que supone fijarse más en los destinos individuales. Y a favor de éstos hace ya una clara apuesta con En Bayona, bajo los porches, que continúa la anterior y forma parte de una serie, "Las armas del tiempo", que proseguirá en otros títulos.

El barojismo de esta última novela es total y la informa por partida doble, anecdótica y temática. El argumento rastrea la peripecia de un participante en la tercera guerra carlista, Tristán de Barrantes. La vida ajetreada del personaje desemboca en una propuesta sutilmente insinuada a lo largo del relato y resumida casi como una tesis en las últimas páginas. En el capítulo final se lee que la forma más atractiva de vivir consiste en no "acomodarse a la quietud forzosa" y que una existencia "vivida a contrapelo y en los márgenes" evita naufragar en la vida cotidiana rutinaria y agobiante.

Nada, pues, más barojiano que esta reivindicación del hombre de acción. Y en eso consiste En Bayona, bajo los porches, en un retrato de la existencia misteriosa y de perfil aventurero de Barrantes, ejemplo de una "vida hecha de pasión". No monta, sin embargo, el autor una novela histórica al uso aunque en buena medida se ocupe de un personaje decimonónico. La narración, en primera persona, la lleva a cabo un abogado seducido por tan atractivo tipo desde el presente, siguiendo, según aclara, la sugerencia que le hizo Carmen Martín Gaite. Así, las pesquisas para reconstruir el personaje producen algo parecido a un relato de intriga que se explaya también sobre la actualidad.

Además del presente, está el pasado; un ayer alejado, el de la última carlistada durante la I República en la década de 1870, y una "trastienda" del presente, la de los violen-tos sucesos de Montejurra en 1976, por donde asoma la sombra del terrorismo del Estado. Y aun entre ambos tiempos aparece otro momento significativo, el de la manipulación de los carlistas por el franquismo en la última guerra civil. Todo ello da al libro un valor de indagación en la memoria histórica que no es un añadido a una pesimista novela existencial porque todos esos episodios se hilvanan con naturalidad dentro de las investigaciones del narrador destinadas a la escritura de su "memorial".

Otro cambio se nota en esta nueva novela. Sin abjurar tampoco de las señas de identidad de su prosa, presenta una mayor contención en su gusto por el énfasis y los recursos retóricos. No modifica, por el contrario, su tendencia a una cierta desmesura, más anecdótica que verbal. El autor disfruta contando las peripecias que conducen al rescate de la historia de Barrantes y por eso no percibe que se mete en muchos vericuetos y añade una hojarasca sugestiva, pero innecesaria y que difumina y retarda la línea principal.

Para mí, En Bayona, bajo los porches necesita una buena poda. Pero este es un reparo menor, y muy opinable, al lado de su atractivo planteamiento y de lo que significa como un jalón notable de un escritor cuya obra sigue adelante, fiel a unos principios y alerta a un proceso de innovación, siempre llena de interés y siempre comprometida con un análisis independiente de la realidad. El acierto del autor está en sustituir el comentario frío de las muchas mentiras del mundo por una apasionada percepción del fracaso como saldo general de la vida.