Image: La casa de los momos

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Novela

La casa de los momos

Javier Gómez de Liaño

12 diciembre, 2002 01:00

Javier Gómez de Liaño

Planeta. Barcelona, 2002. 278 páginas, 18 euros

Tras una larga carrera judicial, Gómez de Liaño vive entregado al ejercicio de la abogacía y a la escritura, tarea que se extiende a títulos en los que vuelca conocimiento y experiencia.

Pero lo de ahora es distinto, no en lo que atañe al tema sino en la horma escogida para tratar del asunto. Y esa horma es la novela, la narración de unos hechos "ficticios", y de lo acontecido en un lugar que sí pertenece al mundo real: La casa de los momos, así llamada "en homenaje al dios de la locura, la burla y la risa", antiguo Palacio de Justicia de Zamora, donde residían todos los funcionarios judiciales, jueces, fiscales, secretarios, médicos, como en "un pueblo".

Ese territorio que aquí recrea con un estilo llano y directo, heredero de su admiración por el realismo barojiano, es el contexto que sirve de marco al caso que procede a relatar el narrador: un supuesto notario, hijo de un juez de "la casa de los momos", a quien su padre confía en testamento el deber moral de hacer justicia. Su misión consiste en reconstruir lo sucedido, en 1964, a "Amador Crespo", el mejor amigo de su infancia. Tarea que afronta 25 años después de la "injusta condena" sufrida por éste tras ser acusado, sin pruebas, del "aborto y asesinato de su novia".

Acuciado por todo el legado de datos que componen la documentación, el testimonio más evidente sobre la historia de un hombre a quien "la injusticia hizo perder el sentido de la justicia", no duda en rescatar la verdad y en revelar que la justicia no siempre está en manos de quienes la representan. Ese es el objetivo del narrador que cumple su papel con rigor notarial y ofrece del caso un relato preciso y ameno. ése es su mérito. Pero en su contra actúa una actitud maniqueísta que resta matices a los personajes y reduce el mundo de un relato minuciosamente planeado a un enfrentamiento poco sutil entre el poder de los "malos" y la abnegación de los "buenos". Y esto no lo hace desestimable, pero sí actúa en su contra.