Image: Corpus delicti

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Novela

Corpus delicti

Andreu Martín

19 diciembre, 2002 01:00

Andreu Martín. Foto: Mercedes Rodríguez

Planeta. Barcelona, 2002. 250 páginas, 17 euros

Desde su primer título, Aprende y calla, publicado hace ya más de veinte años, ha ido Andreu Martín labrándose un firme prestigio como uno de los más sólidos e interesantes autores españoles de novela negra.

Los estudiosos que han analizado su amplia obra lo tienen por el más firme seguidor entre nosotros de una modalidad de novela criminal, la cultivada por los maestros norteamericanos del género, y destacan la preferencia de sus libros por los contenidos violentos, al servicio de una denuncia política y social.

Violencia, sexo y corrupción se presentan en unos relatos construidos con gran eficacia narrativa a base de una organización muy clara, del dinamismo de la anécdota y del predominio del diálogo de corte coloquial. Estas cualidades de la madurez del autor las pone en juego en Corpus delicti y con ello consigue una magnífica novela; una novela criminal de gran pureza que aborda sin rodeos la raíz individual misma del crimen, la mente del criminal. Se trata de una variante del género, la que se decanta por la indagación psicológica.

Andreu Martín parte en Corpus delicti de unos sucesos reales, según él mismo aclara, pero eso no le impide llevar a cabo una narración autónoma donde, además, incluye "personajes literarios que deleitaron mi infancia" y a los que aquí rinde homenaje. De entrada, prescinde del suspense, aunque no de la incertidumbre que rodea a los crímenes. John George, el protagonista y asesino, actúa de narrador, describe sus proezas macabras, va ampliando las noticias sobre sus asesinatos, refiere su invencible tendencia al vampirismo... Casi todo ello como eco de una confesión judicial que le sentenció a muerte en 1949.

En otras manos, la historia de John George no pasaría del morbo que despierta un asesino en serie. Pero esa revulsiva anécdota de horrores se amplía por campos que le dan un alcance trascendente: dudas relativas a la verdad y la mentira (asunto capital de la novela), la incierta percepción de la vida entre lo real y lo fantaseado, el tema del bien y del mal, y el papel de Dios en un mundo tan desordenado: a Dios le somos indiferentes, reflexiona John, y añade: "No puede amarnos un ser que nos somete a tantas calamidades".

Este fondo especulativo no entorpece el desarrollo de la anécdota. Forma parte de su misma sustancia, que consiste en una explo-
ración densa y creíble en los trastornos mentales, en la patología del psiquismo y en la locura. La vida real y la literaria ofrecen muestras de seres trastornados, de encarnaciones del mal. El reto de Andreu Martín consiste en levantar con caracteres individualizadores una de esas figuras terroríficas por medio de la palabra. Y consigue vencerlo recreando verbalmente un discurso mental de una aterradora lucidez.

El mérito de una novela de este tipo no está en la suma de crueldades; está en crear un personaje donde todo ello resulte verdadero. Tal empeño lo logra el autor en Corpus delicti con plenitud, y eso permite dar un salto hasta la vivencia estremecedora de la enajenación mental y sus fronteras límite.