Image: Sociedad limitada

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Novela

Sociedad limitada

Ferran Torrent

16 enero, 2003 01:00

Ferran Torrent

Trad. Felip Tobar. Destino. Barcelona, 2002. 268 págs, 16’85 euros

Presenta Sociedad limitada un arranque verdaderamente prometedor: alguien sostiene que los empresarios valencianos, frente a los catalanes, ponen la caza por delante de sentarse en un palco del Liceo; además, dice, prefieren las putas a las queridas porque éstas dan más quebraderos de cabeza.

La novela no defrauda las expectativas abiertas por ese narrador socarrón. Poco a poco, éste reconstruye un divertido y ácido panorama de la sociedad valenciana actual circunscrito a sus clases dominantes.

De acuerdo con ese punto de partida, Ferran Torrent, cuya voz puede identificarse con la de quien cuenta la historia, se aplica a referir una serie de anécdotas reveladoras de cómo se comportan personajes representativos de diversos grupos de la burguesía levantina. El hilo central parece ser Juan Lloris, un constructor enriquecido desde la nada tan aficionado al dinero como a las mujeres. Este empresario sirve para trasparentar los modos y hábitos de quienes carecen de escrúpulos para enriquecerse.

Las ambiciones de Lloris se convierten también en soporte de una crónica de mayor amplitud; sirven algo así como de percha en la que el autor cuelga el otro gran motivo de su novela: la política y los políticos. Derechas e izquierdas, nacionalistas y no nacionalistas, todo viene a ser una misma cosa: la desnaturalización de la ideología y la victoria del trapicheo y el modus vivendi de logreros y desaprensivos. La radiografía de conjunto resalta el esqueleto de una corrupción y oportunismo absolutos; fuera de ella queda la víctima, la sociedad civil, como ahora se dice, rehén de ambiciones y tercerías, y pagana del medro de unos y otros.

Ya sabemos o intuimos que las cosas son más o menos así, pero la literatura sirve para recrear imaginativamente la realidad y esa meta la cumple bien el autor, quien advierte con sorna en una nota inicial que los personajes del libro son ficticios aunque parezcan reales. La identificación de lo imaginario y lo cierto se produce a través de un relato irónico que tiende a lo burlesco. La base está en un costumbrismo crítico que recrea situaciones posibles y las engarza en unos seres prototípicos.

De todo ello sale un retrato colectivo donde nadie se salva (excepto un periodista fracasado que descubre una trama de prostitución organizada). La pintura ofrece el inconveniente de una relativa simplificación de los caracteres, un tanto planos, aunque eficaces para los propósitos del autor. A cambio, posee el aliciente de una narración ágil, amena, con situaciones ingeniosas y contada con una lengua directa y muy funcional.

Parece que Sociedad limitada ciñe el alcance de su denuncia a las componendas del poder político y económico en un marco geográfico muy concreto, donde dará pie a una lectura en clave. Esa meta, sin embargo, se amplía a las actitudes de dichos grupos en cualquier lugar de nuestro país. La crítica de Torrent no es ajena a un enfoque moralista que viene a decir algo así como que quien la hace la paga. Esta perspectiva ejemplarizante de fondo optimista no anula la fuerza corrosiva de un relato entretenido. Encadenando situaciones muy divertidas, se consigue plasmar con verosimilitud la idea expresada por el título: los intereses de la política y el dinero se entremezclan al extremo de constituir una sociedad limitada.