Image: El fin de la locura

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Novela

El fin de la locura

Jorge Volpi

17 abril, 2003 02:00

Jorge Volpi. Foto: Toni Garriga

Seix Barral. Barcelona, 2003. 468 páginas, 21 euros

No le falta ambición a la nueva novela de Volpi. Bien es verdad que su lanzada es a moro muerto, porque no supone ya gran novedad el objetivo que constituye el desengaño provocado por las utopías revolucionarias.

Sin embargo, la novedad fundamental reside tal vez en la reconstrucción, entre verdad histórica y ficción del complejo mundo del estructuralismo parisino. Los personajes de esta novela son Althuser, Foucault, Lacan, Barthes y en menor medida, Fidel Castro, el presidente mexicano Salinas de Gortari, el novelista Carlos Monsiváis y, de forma más accidental, Julia Kristeva, los "telquelistas", Cioran, Octavio Paz, Sartre, Allende, Krauze, Mitterrand, Allende y otros más. El autor utilizará al grupo estructuralista como núcleo originario representativo. En él inscribe a un psicoanalista mexicano, Aníbal Quevedo, quien no menos obsesionado que los personajes históricos que desfilan por el amplio escenario, vive paradójicamente momentos históricos determinantes. Su contrapunto será Claire, joven amante de Lacan, de la que se enamorará, pese a su insanidad mental, y a la que nunca llegará a conseguir. Sin embargo, en la última parte donde se nos ofrecen dos versiones contradictorias del final del doctor Quevedo, en el epistolario que se reproduce, resultará también la voz lúcida, capaz de analizar el dilema en el que se debatirá el héroe al final de su existencia entre la cruel intelectualidad mexicana manipulada por el poder.

Para forzar la "otra" voz narrativa, entre cínica y aparentemente fiel, Volpi crea el personaje de Josefa, una mexicana que convivirá en su departamento en París, que será, a la vez, criada, secretaria, quizá su amante y la última voz a la que el lector se resistirá en concederle crédito. Los tiempos y espacios son tan diversos como los personajes: desde los orígenes del movimiento que culminará en el parisino mayo del 68 hasta 1989, cuando muere Aníbal Quevedo, convertido, ya en México, en una figura del ensayismo literario, descubridor de Chiapas y del comandante Marcos y, a la vez, secreto psicoanalista del presidente. ¿Corrompido por el poder y el dinero como juzgan sus enemigos y hombre de buena fe, fundador de una revista de opinión, de una editorial, de un movimiento intelectual contrario al PRI, aunque tolerante con el poder corruptor que combate? Las páginas parisinas, las polémicas en torno a los Escritos lacanianos, el papel de Pierre Victor, la universidad de Vincennes, pese a una densidad que se correspondería a los intentos cientifistas de todo el cenáculo estructuralista, constituye el esfuerzo más valioso del autor, quien reconstruye irónicamente el mundo juvenil y revolucionario que ha de conducir la utopía del 68 al amoísmo y al mundo hispanoamericano. Volpi juega también con lo inverosímil, porque el personaje, siguiendo a Claire, aterrizará en Cuba, en el seno de la Casa de las Américas, donde la visión satírica a su director Fernández Retamar, aunque no se cite su nombre, será más que evidente, psicoanalizará a Castro antes del "affaire Padilla", le acompañará al Chile de Allende (las contradicciones temporales serán otro juego al que el autor nos invita) y aún más transparentes, si cabe, la crítica a la sociedad cultural mexicana, de la que no escapan las revistas capitaneadas por Paz, ni "Nexos", ni Zark (que mal disfraza el apellido de Gabriel Zaid). El protagonista va creciéndose desde su casi pérdida de identidad en el París de las barricadas, donde conocerá a Claire, quien trazará una oscura carrera revolucionaria paralela, de la que Quevedo resulta una víctima más. Algunos retratos rayan lo esperpéntico, como el de Fidel Castro, y otros, lo ridículo, como el de Barthes. El objetivo del narrador aparece desde el inicio con claridad y el método elegido resulta también evidente: la mezcla de ensayo, de reconstrucción histórica y de reflexión moral, incluso moralizante. Novela de desengaño, pero de un humor rayano a la astracanada. La mezcla de real y fingido alcanza a la biografía final. Los juicios contra los personajes del llamado estructuralismo son tan severos que, en ocasiones hace que se conviertan en simpáticos. El hilo revolucionario, que se inicia en París, recorrerá Hispanoamérica. La decepción sobre la utopía es total. La novela de Volpi no ha buscado ya los resortes típicos del best-seller como hizo en En busca de Klingsor (1999), un éxito de ventas, aunque la artificiosidad de la historia-ficción que nos invade reduzca el aliento de la tesis.