Image: Diablo guardián

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Novela

Diablo guardián

Xavier Velasco

8 mayo, 2003 02:00

Xavier Velasco. Foto: Raúl Gutiérrez

Premio Alfaguara 2003. Alfaguara. Madrid, 2003. 500 páginas, 19’95 euros

Del mexicano Xavier Velasco sabemos que en 1990 publicó su ensayo Una banda nombrada Caifanes, que cuatro años más tarde publicó la novela Cecilia y, en 2000, Luna llena en las rocas. Crónica de astronautras y licántropos. Diablo Guardián se desarrolla a lo largo de 500 páginas.

Se trata de una larga narración ocupada prácticamente por sólo un personaje central (con máscaras diversas). Cabe preguntarse si las aventuras y desventuras de Violetta o de sus varios nombres, desde los 15 años a los 25 dan para tan amplio desarrollo. Velasco pretende mostrarnos que es un auténtico escritor (y lo demuestra), aunque sus descubrimientos técnicos no resulten originales. La protagonista dictará a un magnetófono las aventuras de su vida: la escapada de la casa paterna robando el dinero sucio familiar, un inverosímil viaje a los EE. UU. siendo menor, sus artimañas en Nueva York como raterilla, sus actividades en halls de grandes hoteles, su afición a la droga, la aparición del chulo, la prostitución, el regreso a México, de nuevo la prostitución, el retorno al corrupto hogar, su trabajo como seudosecretaria ejecutiva y concubina de los clientes de la entidad, en la empresa de su antiguo chulo neoyorquino, ahora casado, con hijos, rico y director ejecutivo, la nueva huida del hogar, el robo de dos millones de dólares y la confesión al "Diablo Guardián" o Pig, su amante y confesor, quien habrá de simular su muerte.

Xavier Velasco se sirve de un brillante lenguaje coloquial, con ciertos alardes de estilismo, muy directo, pleno de mexicanismos; utiliza los recursos de una primera persona con abundantes indicaciones a este silencioso (ignorado hasta el final) interlocutor, de quien el novelista nos irá ofreciendo, en paralelo, detalles de su pasado. Aunque finalmente trabaje en una agencia de publicidad será novelista en ciernes, el que habrá de contarnos la vida de este joven, una novela que resulta, a la vez, un trasunto de aquellos libros de carretera que proliferaron en los cincuenta o memorias de prostitutas. Pig constituye una voz alternativa. Los mexicanismos están trufados de fórmulas inglesas; de modo que el personaje produce la sensación de vivir en dos ámbitos lingöísticos, evitando caer en el nefasto spanglish, aunque resaltando el papel del inglés sobre el castellano. Pero todo ello ni es nuevo, ni merecería las quinientas páginas. Tras haber finalizado el libro y diseccionado el personaje en su falsa identidad picaresca queda un cierto vacío. La novela ha sido tan sólo una crónica. Su moral es la amoralidad. La sociedad yanqui o la mexicana, en el estrato social elegido, resultan parecidas y constituyen un telón de fondo uniforme, sin apenas contraluces, con personajes secundarios bastante planos. Robos o amantes no consiguen componer la gran novela que se propuso. Velasco pretendió escribir una obra extensa y la alarga innecesariamente: el material narrativo es reiterativo; los personajes, salvo la protagonista, carecen de relieve y aun ésta es una sucesión de tópicos.

El autor se siente casi devorado por esta figura femenina, de tal modo que, aunque alterna algunos capítulos dedicados a Pig, más tarde confidente y "relator" de la historia, éste ocupa un papel secundario. Inicialmente será un trasunto de Lolita, de Nabokov. Pero desde el comienzo mostrará su afición al dinero y facilidad para gastarlo, lo que combina con la atracción por el sexo, que se convertirá en clave de sus éxitos. Todo ello produce una insatisfacción vital, próxima a la angustia, a la que se añade la añoranza de la familia entendida como refugio. La circunstancia de que huyera de ella porque pretendían encerrarla en un manicomio parecerá una mala excusa de un comportamiento inicial, casi surrealista, semejante a "la Maga" de Julio Cortázar. El autor acota el tiempo del relato a través de indicaciones sobre la edad de la protagonista o el año histórico. Es notoria la influencia del cine en escenas que aquí figuran literaturizadas, especialmente las de Nueva York y Las Vegas. El regreso a México y el contraste entre México y Nueva York se nos antoja un añadido innecesario, aunque Velasco pretenda cerrar la obra sin olvidarse siquiera del insinuado happy end.