Los placeres tristes
Juan Gil Bengoa
31 julio, 2003 02:00ésa es la trama sobre la que adquiere cuerpo un relato que admite el calificativo "cinematográfico", no sólo porque nos guía una voz en off (la suya) que hace explícita la impresión de "devaneo mental" derivada de la retahíla de imágenes sobre la que adquieren consistencia sus palabras. Unas y otras organizan el discurso en tres bloques, tres momentos de su proceso vital, como un "ejercicio de introspección" que se nutre de elipsis argumentales, necesarias para acotar la acción, como un discurso con saltos en el espacio y en el tiempo, como un montaje con secuencias que combinan narración y diálogo, separadas por intervalos de silencio traducidos por fundidos.
Esos son sus recursos. Su utilización no es fortuita en Gil Bengoa (Bilbao, 1958), autor de novelas y guiones de cine; de hecho tienen más peso que la trama. A través de ellos transmite el desconsuelo de ella. Y logra que la paradoja del título, Los placeres tristes, se extienda por el sentido de la historia hasta un final discutible pero aceptable. Porque paradójico es el sentido de nuestras acciones, como lo prueba la existencia de un "azar" en el que aguarda, a veces, "lo inesperado".