Image: Secreta Penélope

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Novela

Secreta Penélope

Aicia Giménez Bartlett

18 septiembre, 2003 02:00

Aicia Giménez Bartlett. Foto: M.R.

Seix Barral. Barcelona, 2003. 284 páginas, 17 euros

Los más conspicuos cultivadores de la novela de intriga, desde Conan Doyle o Simenon a Vázquez Montalbán, han solido desviarse de vez en cuando de su línea habitual para tantear historias de otra naturaleza -psicológicas, de aventuras, etc.-, en las que los ingredientes misteriosos desaparecen por completo o pasan a un plano secundario.

La escritora albaceteña A. Giménez Bartlett ha alcanzado popularidad con media docena de novelas de misterio protagonizadas por la inspectora Petra Delicado. Ahora, Secreta Penélope parece enlazar con las primeras tentativas novelísticas de la autora -cuando Petra Delicado no existía aún- y plantea una historia que, siendo una especie de retrato de grupo, aspira a boceto de la generación que se incorporó al espíritu liberador nacido en mayo de 1968, pronto desvirtuado y fagocitado por los poderes sociales. "Ser un superviviente no tan desilusionado como para caer en la amargura es una de las últimas aspiraciones de mi generación" (pág. 283), afirma -un tanto ampulosamente- la narradora, que parece entender por "generación" algo simple, monolítico y uniforme, como una pandilla de compañeros de curso. De esta visión simplificadora, de esta reducción del marco de la historia a proporciones domésticas, se resiente la novela. Y también, acaso, de la contradicción entre la técnica narrativa seleccionada y su utilización.

En efecto: para evocar la vida de Sara, ejemplo de libertad y anticonvencionalismo, que nunca proyectó para ella una existencia "normal" (ya que la normalidad "no es sino el compendio de todas las sordideces nunca recooncidas", pág. 279), se utilizan los testimonios y recuerdos de diversos amigos -Berta, Ramona, Gabriel, incluso Camila, la truculenta hija de Sara-, lo que hubiera podido ofrecer un mosaico de opiniones y perspectivas variadas que el lector compusiera a su modo. Lejos de ello, todas las perspectivas quedan anuladas por la voz omnipresente de la narradora, que enjuicia y sustituye a menudo el relato por la calificación y la imposición de un punto de vista. Es significativa la inserción de largas secuencias narradas en segunda persona y tituladas, por ejemplo, "Pensamientos acerca de Berta" o "Pensamientos en torno a Adrián", en los que la narradora zahiere y condena duramente a los personajes. Nadie tan auténtico como la fallecida Sara -cuya libérrima imagen se materializa, sin embargo, casi exclusivamente en su conducta sexual-, que hubiera podido ser "la reina de la libertad estéril, que es la única libertad" (pág. 265).

Las diatribas contra la maternidad, la familia, el psicoanálisis, el amor y "toda la basura sentimental" (pág. 248) reflejan el punto de vista de la narradora, que medita: "Al final el resultado siempre era el mismo: mujeres y amor [...] Ahí acababa el fugaz intento revolucionario de las mujeres de mi generación" (pág. 248). Pero la generación no fue tan uniforme, y de la naturaleza del "fugaz intento revolucionario" apenas hay atisbos en la novela, de modo que es difícil calibrar la magnitud del fracaso. Como colección de retratos psicológicos, Secreta Penélope es muy insuficiente. Como crónica social, la deriva de sus disquisiciones desactiva en buena medida su eficacia, y tiene menos mordiente que algunas páginas de las aventuras de Petra Delicado, más sutiles.

Tampoco el lenguaje de Secreta Penélope es siempre un modelo. Reúne varias de las trivialidades difundidas en los últimos años. Renunciar a las pretensiones amorosas es, por ejemplo, "olvidarse del tema" (pág. 38; otro uso de tema por ‘asunto’ en pág. 72). Hay usos léxicos rechazables: "las antípodas" (págs. 26, 158), "culpabilizar" (pág. 261); prefijos superfluos o parasitarios: "le resultó imposible autodestruirse" (pág. 192); preposiciones que sobran o faltan: "se ha dignado a venir" (pág. 173), "me enteré que Sara..." (pág. 189), "ir a por lana y salir trasquilado" (pág. 256); construcciones de gacetilla ("intervenciones puntuales", págs. 161, 162; "en base a las nuevas teorías", pág. 208), descuidos semánticos: en "el comienzo de una progresiva muerte anunciada" (pág. 72), lo "progresivo" no puede ser la muerte, sino su anuncio ("muerte progresivamente enunciada"). No falta algún pintoresco neologismo, como el de "cometía incultismos al hablar" (pág. 13). Secreta Penélope no hace olvidar las novelas de Petra Delicado; por el contrario, las realza.