Image: El sol del verano

Image: El sol del verano

Novela

El sol del verano

Carlos Casares

18 septiembre, 2003 02:00

Carlos Casares. Foto: Lavandeira jr.

Alfaguara. Madrid, 2003. 224 págs, 14’96 euros

El sol del verano es una novela lírica que recrea la memoria de la infancia y juventud desde un presente de amor y muerte que tiñe de nostalgia y melancolía el paraíso del ayer perdido.

Su protagonismo es dual, repartido entre dos amigos de infancia y adolescencia, Carlos y Helena, y sus experiencias estivales en una casa de vacaciones en un pueblo orensano. Pero la responsable única de la narración es Helena, quien recuerda desde su perspectiva femenina el pasado compartido en aquellos veranos. Su narración comienza a partir del final trágico de Carlos, después de haber consumado su amor imposible entre ambos. La visión del cadáver de Carlos impulsa a Helena a ordenar su memoria de tantas experiencias compartidas, entre recuerdos familiares y el acceso de ambos a la adolescencia y la juventud.

La narración memorial de Helena se construye con los componentes y procedimientos genuinos de la novela lírica del aprendizaje. Su relato es fragmentario, con asociación subjetiva de recuerdos entrelazados en sucesivos veranos y que constituyen el descubrimiento inocente de su crecimiento en distintos órdenes de la vida, desde lo erótico y lo religioso hasta las complicaciones de los adultos. Se procede, pues, con una larga retrospección temporal, desde un presente narrativo posterior a la muerte de Carlos y situado a finales de los años sesenta, para llevar a cabo una fragmentaria recreación memorial que asocia y combina experiencias separadas en el tiempo, dando así a la novela una elaborada sencillez en su cuidado desorden, que se ofrece como el adecuado reflejo de la confusión mental de la narradora unos días después de la trágica muerte de su amigo y tardío amante. Pero por debajo de la aparente anarquía en el fluir de la memoria de Helena se descubren algunos motivos recurrentes que el autor ha esparcido con suma eficacia y que componen el eje vertebrador del relato. Son la sorprendida visión del cadáver de Carlos en la bañera y los dos viajes en coche por el mismo trayecto aunque de signo muy diferente: uno es la escapada última de Helena y Carlos hacia su postergada comunicación y entrega íntima; el otro se produce al día siguiente, con Helena y su marido para anunciar lo ocurrido a los padres de ella.

Todo esto se desarrolla con calculada dosificación, graduando así la intensidad del relato. El autor ha sido muy hábil en la construcción de la novela, reservando para el final la entrega amorosa de los protagonistas, por más que se vea venir, y la secreta información de las cartas del padre de Carlos a la madre de Helena en las cuales se desvelan algunos misterios de aquella familia que al mismo tiempo explican la deriva trágica que se ha ido imponiendo en esta tierna y doliente historia de paraísos perdidos con amores frustrados que se han vivido como un cuento.