Image: Ray Loriga

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Novela

Ray Loriga: "Ahora, cuando me emborracho, pienso en inglés"

26 febrero, 2004 01:00

Ray Loriga, por Gusi Bejer

Pregunta: ¿En qué se parece su Manhattan al Infierno de El Bosco? Respuesta: En que, de lejos, parecen muy divertidos, pero al fijarte en los pequeños detalles descubres que son horribles, muy tristes y desdichados. P: ¿Ha sentido alguna vez, en los años en los que ha vivido allí, el deseo de gritar: “Somos europeos”? R: Por supuesto, de hecho la anécdota del libro en la que el niño cogía un balón de fútbol con las manos como si fuera de rugby me pasó con mi hijo. P: “Las cosas cambian muy poco hasta que cambian del todo”: ¿cambió como escritor en NY? R: Sí, pero no sólo por Nueva York. También porque han sido 5 años, el tiempo pasa y te convierte en otro hombre, en otro escritor. P: ¿Y su relación con el castellano? R: Desde luego. Después de cinco años hablando en inglés, viendo películas en inglés, sentí vértigo a la hora de escribir porque mi idioma es el castellano, y la lengua lo es todo. P: Sin duda, pero ¿ha empezado a pensar en inglés? R: Me temo que sí. Ahora, cuando me emborracho, pienso en inglés. P: Como Simonetta, ¿logra con frecuencia que “los pies de su deseo se bañen en el río de su interés”? R: Sí. Quizá este trabajo consiste en eso, en combinar deseo e interés. La literatura es una pasión. P: Como Workman, ¿podría definirse como un escritor “tranquilo, no uno de esos escritores espectáculo que causan sensación antes de ser historia”? R: Sí, esa comparación me gusta más. Como escritor me gusta imaginarme como un asesino tranquilo, sin tics, preocupado sólo por mi oficio. P: ¿Se identifica con los versos de Lowell: “Yo mismo soy el infierno./ No hay nadie más aquí”? R: Sí, un poco en oposición a eso de que el infierno son los otros. El infierno siempre es uno mismo. P: “Todos tenemos algo que tragarnos”: ¿qué, por ejemplo, la crítica? R: No en mi caso: lo de la crítica, la mala crítica de mis libros, es un mito. He tenido buenas y malas reseñas, incluso ahora alguna sorprendentemente buena. P: ¿Ya se ha librado de la etiqueta de joven promesa, generación X? R: Creo que sí, que esta novela ha terminado con los tópicos, o al menos ha empezado a disolverlos.Tengo mi propio camino como asesino silencioso. P: ¿Qué le debe a Carver, por ejemplo? R: Casi todo, pero lo mismo que Carver le debe a Chejov, por ejemplo. Es uno de los autores que más me han influido. P: ¿Y a Dylan? R: Mucho, porque es un magnífico escritor. P: ¿Se siente en deuda con algún autor español? R: Con muchísimos, porque aunque en mi caso se habla de influencias extranjeras, soy español, el castellano es mi lengua y me he formado con Lorca, San Juan de la Cruz, Santa Teresa... En Manhattan hay quien ha visto ecos de Dos Passos, pero La Colmena de Cela está más presente. P: Si vivir es perdonar, ¿qué es lo más grave que ha perdonado, por ejemplo, a un editor? R: Más bien me han perdonado ellos a mí, sobre todo retrasos en las entregas. La verdad es que he tenido mucha suerte con mis editores, tanto con Bértolo como con Murillo y Juan Milá. Aunque no es una relación casual: siempre he buscado editores con los que hablar de literatura y no sólo de cuentas. P: ¿Qué no le perdonaría a un lector? R: Hombre, la verdad es que mi relación con los lectores es muy cercana y abstracta al tiempo. Intento mantener la misma relación, cordial y distante, del patrón de un hostal con sus clientes. P: El libro está marcado por la muerte: la de Lowell, Charlie, la de Arnold, la de Schultz, incluso la de un ratón... ¿mejor la muerte que el olvido? R: Quizá. Sobre todo el libro planea el intento de superar el olvido después de la muerte. De ahí también el sentido del humor. Todo comienza con un muerto real al que conocí, un hombre que intentó dejar una muesca en el árbol. Tal vez es un homenaje a esas vidas supuestamente insignificantes en las que cabe un mundo. P: ¿Ha conseguido “estar a la altura de sus sueños, o desprenderse de ellos”? R: De alguna manera cada libro supone ambas cosas, quizá porque eres consciente de la diferencia entre lo que pretendes y lo que consigues. P: ¿Es dífícil vivir en NY y escribir el guión de El séptimo día, la película de Saura sobre el crimen de Puerto Hurraco? R: Ha sido extraño, pero la extrañeza que me ha producido surge sobre todo de la que me produce un crimen así. No es un documental, es una reflexión sobre la maldad. P: Como el actor mexicano del libro, ¿miente mucho en las entrevistas? R: Bueno, comparto con él sus sensaciones sobre la parte pública de este trabajo. Es como lo que dicen los indios sobre la fotografía, que te roba el alma: a veces mentir en una entrevista es una forma de mantenerte despierto y no vacío. Pero miento bastante menos que él.