Wilt no se aclara
Tom Sharpe
4 noviembre, 2004 01:00Tom Sharpe. Foto: Archivo
Henry Wilt de nuevo, el mismo Wilt de ¡ánimo, Wilt! o Las tribulaciones de Wilt, que vuelve a enredarse en un cúmulo de despropósitos, de situaciones tan desternillantes como kafkianas que dejan al descubierto la estupidez de unas estructuras, en este caso la policial, "gobernadas" por singulares patrones.Acaban de llegar las vacaciones veraniegas y Eva Wilt, su esposa, recibe una invitación de unos acaudalados tíos en Estados Unidos para que toda la familia viaje a visitarlos. Maldita la gracia que le hace a Wilt cruzar el océano y se las arregla para quedarse en casa con la excusa de preparar una nueva asignatura para el curso que viene. En realidad Wilt pretende peregrinar por la vieja Inglaterra en un romántico viaje para descubrir la esencia de su patria. Eva, por el contrario, ve en la invitación una oportunidad irrepetible para que su tío redacte el testamento dejando su impresionante herencia a las cuatrillizas Wilt. Nada hace presagiar lo que se avecina. El insigne profesor se verá involucrado en el complejísimo asunto del incendio de una casa y un asesinato; Eva, tan inocente como su esposo, en un turbio complot de tráfico de drogas. Wilt terminará en un centro psiquiátrico investigado por la policía y Eva será bochornosamente expulsada de casa de sus tíos, quienes terminan en la ruina, por las travesuras de las cuatrillizas. Cuando se recupera la normalidad, Wilt asume que "las aventuras eran para los aventureros... No volvería a desviarse de la rutina de la escuela politécnica..." (pág. 259).
A estas alturas no resulta fácil que Henry Wilt logre sorprendernos con la intensidad de anteriores entregas. Tom Sharpe, sin renegar a la esencia de su peculiar personaje -Wilt continua siendo un "inepto como marido, padre y compañero sexual"- busca nuevos espacios donde volver a plantearnos situaciones que bordean lo esperpéntico, en el sentido literario del término. El nexo de Wilt no se aclara con lo que ha venido en denominarse "Campus School" se produce en los primeros capítulos, pero la novela toma rápidamente caminos próximos al género detectivesco -si bien no es este el asunto de la trama-. Si en anteriores entregas la vida universitaria era la diana de sus ironías, ahora es el sistema policial, tanto inglés como estadounidense, el objetivo de su sátira. El "error" de Eva fue entablar conversación en el avión con un individuo sospechoso de tráfico de drogas; el de Henry beber más de la cuenta y encontrarse en el lugar inadecuado en el momento inapropiado. Las dos acciones siguen caminos paralelos e independientes, hasta coincidir finalmente por mor de los continuos despropósitos policiales. Todos y cada uno de los capítulos son buena muestra de la habilidad de Sharpe para plantearnos situaciones cómicas. En este volumen la comicidad en situaciones de índole sexual desarrolla su potencialidad hasta límites insospechados. Merece la pena mencionar el capítulo 15, en el que Wally y Joan, los tíos americanos de Eva, intentan consumar el "acto". Sin duda uno de los más divertidos salidos de la pluma de Sharpe.