Dimas Mas. Foto: Mercedes Mas

La novela del aprendizaje es una de las modalidades narrativas mejor estudiadas y de más larga tradición. Consiste en la narración del acceso del protagonista a la experiencia en diferentes órdenes de la vida, desde el ámbito familiar hasta el académico, pasando por la amistad y el descubrimiento de la moral, la religión, el erotismo y la sexualidad.

El protagonista narra en primera persona sus experiencias de infancia y adolescencia, recreadas con subjetividad y ordenadas según la técnica de libre asociación de ideas. Por ello la novela del aprendizaje constituye una manifestación genuina de la novela lírica, sobre todo si en la tensión estilística se revela su aliento poético. Dimas Más (Tetuán, 1953), profesor en Barcelona y autor de novelas de mérito como El tesoro de Fermín Minar (1992) y Nadie en persona (1997), ha escrito ahora una novela del aprendizaje en esta relación de dos estudiantes de instituto actuales que pretenden encarnar en sus actitudes durante el presente curso académico en que transcurre la historia las figuras operísticas destacadas en el título. Onésimo Recio Bobadilla, a quien le molesta que su madre le llame "Nesi", nombrado "Boba" por sus compañeros, es el peor alumno de la clase, ligón con éxito entre las chicas del instituto, violento cuando el padre de alguna le reprocha sus fechorías, planea incluir en su lista de mozas conquistadas a Angélica, la mejor alumna del grupo y la más guapa. Aquí entra en la narración del protagonista el correlato de las óperas citadas. Pues "Boba", que ha tenido noticia de las óperas de Mozart y de Puccini en la clase de música, pretende adoptar en sus relaciones con las chicas la conducta de castigador del don Giovanni mozartiano y ve a su codiciada Angélica como una "virgen física" inaccesible, de hielo y cruel como la legendaria Turandot de Puccini. Pero esta historia amorosa entre un nuevo y joven don Juan de instituto y su presa, acaba dando lugar a una variación actual del burlador burlado.

Toda la novela es un monólogo interior generado en la mente del narrador y protagonista. El discurso adopta con frecuencia la forma de monodiálogo en segunda persona autorreflexiva para dirigirse a sí mismo y, a veces, también al interlocutor ausente o mudo. El monólogo interior nunca llega a ser caótico, pues el texto está cuidadosamente puntuado y distribuido en segmentos con espacios en blanco, lo cual facilita la lectura. En sus aspectos formales lo más logrado radica en la explotación de la perspectiva del narrador y protagonista, tanto en su descarnada visión de adolescente airado como en la prosa fluida y nerviosa, con natural asimilación de la sintaxis y el léxico propios del habla juvenil, incluidos algunos rasgos de humorística confusión en deformaciones idiomáticas como "gregorías" (en lugar de greguerías), "cólico frenético" (en vez de nefrítico). En lo cual, como en múltiples reflexiones, hay una calculada implicación del autor, que ha sabido trascender la simplicidad del narrador sin traicionar la verosimilitud.