Novela

Ciegos

Hervé Guibert

13 enero, 2005 01:00

Trad. I. Etayo y M.Prieto. Bassarai. Vitoria, 2004. 109 págs, 10’56 e.

Las novelas de Hervé Guibert (París 1955-1992) producen siempre el efecto de un golpe de látigo en la mente del lector. Todas se basan en experiencias personales de un autor que supo romper con la sociedad burguesa de la que procedía. En 1990, la novela Al amigo que no me salvó la vida, basada en su homosexualidad y su lucha contra el sida, le propulsó hasta el primer plano de los medios de comunicación. Considerado uno de los grandes escritores franceses de la segunda mitad del siglo XX, sus libros enmarcan el sufrimiento, la enfermedad o la muerte, con un halo extraño de genialidad.

Cuento, relato poético, novela breve, Ciegos (1985) no encaja con facilidad en ninguna de estas categorías. Los personajes del libro, Josette, Robert, Taillegueur, tres jóvenes ciegos, viven en un Instituto en el que Guibert pasó una temporada de lector. Como en un universo cerrado, la novela narra su cotidianidad original y estremecedora, en la que los sentidos son los protagonistas. Sus juegos nocturnos preferidos, como el Mikado, precisan de vista aguda y mucha concentración. Cuando llega Taillegueur con olor a tigre, enseña a Josette y a Robert uno nuevo: el de describir lo que vieron antes de la ceguera. No importa que sea cierto. Ni que hayan nacido ciegos.

En su búsqueda de claridad, en un universo invisible sin fronteras entre lo real y lo irreal, los personajes recuerdan tanto a los Enfants terribles de Cocteau como a los de la Symphonie pastorale de Gide. Seres humanos que no viven en las tinieblas porque no ven esas tinieblas pero que parecen más lúcidos que nosotros, incapaces de interpretar esa realidad que, sin embargo, vemos.