Image: Una palabra tuya

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Novela

Una palabra tuya

Elvira Lindo

17 marzo, 2005 01:00

Elvira Lindo. Foto: Shane Young

Premio Biblioteca Breve. Seix Barral. Barcelona, 2005. 251 páginas, 17 euros

El premio Biblioteca Breve de novela ostenta una envidiable trayectoria. Su lista de galardonados incluye nombres como los de Guillermo Cabrera Infante, Juan Benet, Vargas Llosa, García Hortelano, Carlos Fuentes, Caballero Bonald o Juan Marsé, entre otros.
Cada vez que se concede, la historia del premio gravita de modo inevitable sobre el nuevo elegido e invita a la comparación, tal vez injustamente. Elvira Lindo, más conocida por su dedicación a la literatura infantil que por sus dos novelas para adultos, no posee la contextura de narradores como Juan Benet, Carlos Fuentes o Mario Vargas Llosa, y Una palabra tuya no es una gran novela, aunque sí alcanza el nivel de dignidad literaria que cabe exigir, como requisito mínimo, en casos como éste. La novela es el relato monologado de Rosario, dividido en trece capítulos, en los que el personaje evoca fragmentos de su vida pasada, donde hay un padre distante que abandonó el hogar, una hermana que acabó alejándose, una madre progresivamente hundida en la enfermedad de Alzheimer, algunos empleos precarios, sobre todo el de barrendera municipal, así como una antigua compañera de estudios, Milagros, marcada por una especie de infantilismo físico y mental, que acabará haciéndose eje de la acción.

El discurso irrestañable de la narradora es una excelente imagen del lenguaje oral, y la naturalidad idiomática que exhibe Elvira Lindo le presta gracejo indudable, carácter espontáneo y veracidad. éste es uno de los aspectos destacados de Una palabra tuya, pero acaso también uno de los más perecederos. La reproducción fiel del habla cotidiana acaba interesando, a los pocos años, como testimonio de usos a veces ya periclitados, hasta convertirse en objeto de análisis para los estudiosos de historia de la lengua. Para perdurar en la literatura, la obra debe ofrecer algo más. Bastará recordar los casos de El Jarama, de algunas novelas de Miguel Delibes -los Diarios de Lorenzo, el bedel cazador y emigrante, o Las guerras de nuestros antepasados- o de los relatos de Alonso Zamora Vicente, todos ellos muestras ejemplares de reproducción, a veces casi magnetofónica, del discurso oral. En Una palabra tuya, lo único que cabe reprochar al discurso de Rosario es su excesiva carga de motivos triviales, su acusada superficialidad. Todo lo relativo a los compañeros de trabajo y su comportamiento ofrece como resultado una imagen de Rosario y de Milagros -incluso de Morsa- que más tarde será distinta. Se crea así un desequilibrio entre la superficialidad psicológica de los personajes que invade toda la primera mitad de la novela y lo que sucederá después, a raíz del hallazgo del recién nacido en un contenedor.

A partir de este momento, el personaje de Milagros crece súbitamente, se adensa, se distancia del que habíamos conocido, y lo mismo puede afirmarse de los otros dos. Incluso el lenguaje -esto es, el monólogo permanente de Rosario- se dulcifica, pierde aristas, y la autora no se muestra ya tan obsesionada por llenarlo de giros marcadamente coloquiales, lo que pone de manifiesto que era precisamente este factor -la preocupación por cultivar y exagerar un determinado registro idiomático- lo que lastraba la primera parte de la obra y amarraba excesivamente el libre vuelo de los personajes.

El rumbo final de la novela adquiere un sesgo dramático, y los hechos, que podían haber dado origen a un tratamiento fácil y lacrimógeno, se narran con sobria concisión, sin una palabra de más. Es aquí, cuando Elvira Lindo encuentra la manera exacta de contar, donde apuntan con vigor ejemplar los motivos esenciales del relato -la soledad, la falta de afectos, la resignación ante la miseria de la existencia, sólo ennoblecida por algunos sentimientos puros-, lo que obliga a lamentar la ausencia de un tono más adecuado y de una vigilancia en los primeros capítulos que podía haber dado mayor unidad al conjunto, evitando así el desequilibrio estilístico -narrativo, en suma- y ciertos altibajos del conjunto.