Image: La orilla del mundo

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Novela

La orilla del mundo

Juan Carlos Arce

31 marzo, 2005 02:00

Juan Carlos Arce. Foto: Mercedes Rodríguez

Planeta. Barcelona, 2005. 298 páginas, 20 euros

Una empresa española de juguetes fabrica la mayor parte de su producción en Pakistán, aprovechando la mano de obra barata y, sobre todo, utilizando niños que son explotados en condiciones infrahumanas.

Julia Alcaraz, una periodista que se encuentra en aquel país realizando un reportaje sobre la violencia política, descubre por casualidad la situación y se propone denunciarla en su programa televisivo. El enfrentamiento con la poderosa empresa y los turbios manejos de ésta para acallar a la periodista constituyen el meollo de la historia. Arce ha encontrado un tema de gran calado, uno de esos hechos que muestran al desnudo la brutalidad del capitalismo salvaje y explican por qué la existencia de algunos países ricos sólo es posible a costa del mantenimiento de muchos países pobres. Pero también ha pretendido desarro-llar la historia mediante un relato ágil y entretenido -propósito loable, sin duda-, con lo que, poco a poco, la narración pierde fuerza y densidad y se aproxima a los modelos narrativos de ciertos bestsellers estadounidenses, debidos a autores del estilo de Tom Clancy o John Grisham, popularizados por sus adaptaciones cinematográficas, con sus periodistas o investigadores insobornables, sus magnates sin escrúpulos, sus grandes bufetes de abogados especializados en asuntos económicos y conectados con paraísos fiscales, o bien sus pequeños delincuentes mafiosos utilizados para dar escarmientos. Estos modelos trivializan inevi- tablemente la novela de Arce, ligera y grata de leer, pero insuficiente para dar profundidad a un asunto que lo merecía. Los sucesos son previsibles, los personajes responden demasiado a estereotipos -incluidos Julia, álex y Atienza-, y los aspectos más importantes de la historia, referidos a la explotación de los niños o a los vaivenes anímicos de Julia, más que desarrollados narrativamente están confiados a las cintas grabadas de Paretti o a las páginas discontinuas que Julia escribe, dirigidas a su hijo. También la historia de Diana Peabody podía haber sido mejor aprovechada, pero en ella pesan sobre todo los elementos de un relato de intriga y apenas interviene el análisis psicológico de su evolución.

Conviene entender el alcance justo de estas observaciones. La orilla del mundo es una novela correcta, y acaso el autor no se ha propuesto otra cosa. Si es así, habría que reprocharle su falta de ambición estética, porque un asunto de gran envergadura como el que se plantea en estas páginas requería una obra de gran aliento. En el caso contrario, esto es, si de verdad el novelista se ha propuesto escribir una novela trascendente, en consonancia con la importancia del tema, hay que decir que ha escogido unos modelos narrativos que llevan a la superficialidad y que resultan demasiado familiares para un lector mínimamente avezado. La orilla del mundo podría llevarse al cine -como muchas novelas que hoy se publican- sin que con el trasvase perdiera profundidad, porque, por su planteamiento y su naturaleza, pertenece a ese estrato narrativo del cine de consumo elaborado con cierta solvencia y con dignidad formal. Por eso los tipos apenas tienen contornos individuales marcados, y la organización del relato deja en penumbra sugerencias que sí hubiera sido útil desarrollar para enriquecer el perfil humano de los personajes: la evolución afectiva de Pansay, los sentimientos de Paretti ante Julia, aspectos de la historia de Marta Garrido... El autor ha renunciado a todo ello -a la postre, cualquier discurso, narrativo o no, es una suma de elecciones y rechazos-, acaso erróneamente, y ha llegado a resultados menos eficaces de los que podía haber logrado.


3 cuestiones a J. C. Arce
-Aborda el problema de la explotación infantil. ¿Estamos concienciados del problema?
-No. Todos sabemos que pasa, pero percibimos el problema como algo demasiado grande.
-¿Hay muchos periodistas como Julia Alcaraz, la protagonista del libro?
-Me gustaría, pero no lo sé. La primera impresión es que no.
-¿Se lo imagina llevado al cine?
-Sí. Muchos lectores me han dicho que es cinematográfica y que "se ve" mientras se lee. Me gusta escribir como si se tratara de una actividad plástica: que el lector vea, huela, toque, sienta...