Novela

El último soldurio

Javier Lorenzo

7 abril, 2005 02:00

Planeta. Barcelona, 2005. 594 páginas, 20 euros

Nos encontramos con un auténtico boom de narrativa que se inspira en la antigöedad. Las épocas antigua y medieval son tal vez los períodos más dominantes como sustrato narrativo. El libro de Lorenzo tiene la notable valentía de partir de unas referencias históricas mínimas: el breve texto del historiador romano Dión Casio (Historia romana LIII, 43,3), que menciona por primera y única vez al soldurio o guerrero hispano Corocotta, que tuvo la osadía de presentarse ante el emperador Augusto para reclamarle la recompensa que había ofrecido por su cabeza. Tanto debió asombrar al emperador, que no sólo no le hizo nada, sino que le regaló aquella suma.

El autor, tras una minuciosa investigación casi policíaca, fue recabando material histórico sobre las guerras cántabras en el siglo I antes de Cristo. El historiador romano mencionado habla de la resistencia y valentía de esos pueblos del Norte de la Península Ibérica, que tenían en jaque a Augusto. Menos conocido que el lusitano Viriato, Lorenzo ha fabulado con cierta verosimilitud una biografía imaginada de este cántabro heroico, agraciado, según nuestro narrador, por la "enfermedad de los dioses", la epilepsia. Luchador enconado, al que sitúa guerreando como mercenario juramentado (soldurio) de Julio César, en sus diversas campañas, de Gades a la remota áfrica, desde la capital del Imperio hasta la lejana Britannia.

Lorenzo hace un fresco romántico de aventuras, con base documentada en la historia conocida de las costumbres y características de los pueblos cántabros, pero dando rienda suelta a su imaginación de buen lector de ese género maravilloso que es la novela folletinesca y de aventuras. De Corocotta casi nada se sabe. Como dato curioso, decir que en 1981 se estrenó sobre este tema una rara película dirigida por Paul Naschy, titulada Los cántabros, con la peculiar óptica de este heterodoxo del cine español.
Corocotta en estas páginas reivindica su nombre propio, el único de este bando perdedor cántabro. Como en los cantares de gesta, Lorenzo adorna a su héroe de todo tipo de virtudes: ardor guerrero, amor a su tierra natal hasta el punto de renunciar al ofrecimiento de la conveniente ciudadanía romana, enamorado apasionado, construyendo así una "moderna" mitología del pueblo cántabro, personalizado en este guerrero, hijo de la sacerdotisa Nocica.