Image: El hijo de Noé

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Novela

El hijo de Noé

Eric-Emmanuel Schmitt

30 junio, 2005 02:00

Eric-Emmanuel Schmitt. Foto: Albin Michel

Trad. J. Calzada. Anagrama, 2005. 149 págs, 14 e.

Doctor en filosofía y letras, autor de teatro con obras representadas en más de treinta y cinco países, novelista, Eric-Emmanuel Schmitt (Bélgica, 1960) nos sorprende en los últimos tiempos con sus libros sobre la infancia y la espiritualidad.

Tras su "Ciclo de lo invisible": Milarepa, Monsieur Ibrahim y las flores del Corán, óscar y la dama rosa, en su última novela breve, El hijo de Noé, vuelve a desarrollar un encuentro fascinante entre un adulto y un niño del que nace un aprendizaje singular, basado en el cariño y la experiencia de un hombre mayor, de una cultura y religión diferente a la del chico.

El hijo de Noé se sitúa en Bélgica, en los años 40. Una familia judía debe esconder a su hijo Joseph, de ocho años, durante las persecuciones nazis. Tras dejarlo en casa de unos amigos nobles, Joseph encuentra refugio en el internado católico Villa Amarilla, del padre Pons. En el colegio, el joven sospecha la presencia de otros niños judíos que, mezclados con los católicos y con ligeros cambios de identidad, pasan bastante desapercibidos. Allí todos se respetan y aprenden a convivir juntos sin hacerse preguntas comprometedoras: "mentir y dejar mentir era la clave de seguridad". Con sus compañeros, Joseph asistirá a los ritos católicos los domingos y leerá los Evangelios. Descubre el Catolicismo, una religión que pronto le cautivará la imaginación y le hará llorar una noche por su madre al ver las estampitas de la Virgen. A pesar de que episodios estremecedores de la historia real de la persecución judía se entremezclen en el cuento, todo es visto a través de los ojos del niño, que no tendrá miedo de escaparse de noche con el sacerdote a la cripta de una iglesia de pueblo. Fascinado por el Judaísmo, el padre colecciona los objetos, aprende hebreo y un día empieza a transmitir a Joseph el legado de su pasado judío. Le explica la Tora, la Mishna, el Talmud y dibujan juntos las letras de la lengua hebrea. Pero Joseph no percibe las diferencias entre las dos religiones. El padre Pons le advierte: "Mira Joseph, a ti te gustaría saber cuál de las dos religiones es la verdadera. ¡Pues no lo es ninguna de las dos! Una religión no es ni verdadera ni falsa: propone simplemente una manera de vivir".

Algunos de los personajes de Schmitt se distinguen por su gran humanidad: seres que, en un momento dado, arriesgaron sus vidas por salvar a los demás. El padre Pons es uno de ellos, pero en la novela existen otros seres de igual coraje, como la fea y malhumorada señorita Marcelle, o como el militar nazi que irrumpió en las duchas del colegio y descubrió, con sorpresa, al puñado de niños judíos entre los que se encontraba Joseph. Personajes de los que Schmitt resalta su integridad, su decisión, su bondad. "Dios ha creado el universo de una vez por todas. Ha concebido el instinto y la inteligencia para que sus criaturas nos las apañemos sin él". Así, transmite su verdadera filosofía, o la religión que, entre las religiones que estudia en sus libros, es la que más le convence, aquella que prima al hombre como verdadero responsable del hombre.