Image: Budapest

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Novela

Budapest

Chico Buarque

1 septiembre, 2005 02:00

Chico Buarque. Foto: Michel Euler

Trad. Mario Merlino. Salamandra, 2005. 159 págs, 10’76 e.

Cantante y compositor brasileño de prestigio internacional, no es la primera vez que Chico Buarque (Río de Janeiro, 1944) se adentra en el género narrativo, como hiciera en Estorbo (1991) y Benjamín (1995).

Pero la obra que se considera más lograda de su producción es Budapest, publicada en Brasil en 2003. Pese a su relativa brevedad, se propone problemas tradicionales en la novela contemporánea: la doble existencia que se corresponde con la de la lengua, es decir, el significado de la identidad. Asimismo, aborda la autoría literaria y la trascendencia personal de la literatura misma, aunque todo ello se trata desde el humor. Y es de sobra conocida la dificultad de construir mundos literarios eficaces desde lo que Cortázar en Rayuela definía como un "roman comique". Chico Buarque consigue hacernos partícipes de dos espacios literarios bien distintos: Río de Janeiro y Budapest, ciudad ésta que dará título a la novela. De hecho es a través de la lengua húngara, de su musicalidad y su atracción, como el protagonista se adentrará en lo que habrá de cambiar su vida.

El brasileño José Costa forma parte de una extraña asociación de escritores anónimos, capaces de elaborar desde discursos políticos, autobiografías de encargo hasta novelas, que celebran sus congresos en diversas ciudades. La acción se inicia cuando el avión realiza una escala forzosa en Budapest y en la televisión del hotel del aeropuerto descubre el húngaro, "única lengua del mundo que, según las malas lenguas, el diablo respeta". Costa estaba casado con Vanda, una periodista de éxito de la que tiene un hijo, y ella desconocía los trabajos literarios de su marido, quien formaba sociedad con álvaro en la agencia "Cuña & Costa Agencia Cultural", que ofrecía servicios literarios de todo orden. Los inicios del relato se centran en las características de su trabajo, en las dificultades de compartir la vida profesional de Vanda y en el orgullo del protagonista por escribir una literatura anónima. El desencadenante serán las memorias noveladas que ha de escribir para un ejecutivo alemán, con quien se identifica, sirviéndose de 20 cassetes que más tarde abandonará para seguir su propia inventiva. Porque lo que convierte el alemán en un personaje de interés es la adopción de la nueva lengua (el portugués) en la que se escribe, bajo su nombre, el libro. Entre los celos, el libro que ha finalizado, pero que pretende que no se publique y el deterioro de sus relaciones familiares, decide trasladarse a Budapest y aprender el húngaro. Su profesora y después amante, Kriska, resulta una mujer tan exigente en el aprendizaje del idioma que su discípulo acabará, de humillación en humillación, en el desánimo. También ella estaba casada, tenía un hijo y a través de él se comunicaba con su marido. Se acentúan así, con aire de fábula, los paralelismos familiares, aunque el protagonista altere incluso su nombre, y se haya convertido en Zsoze Kósta. Durante el tormentoso aprendizaje este personaje, ya de doble vida, regresa a Río, donde descubrirá que la novela del alemán se ha publicado con notable éxito, que su mujer lee su best-seller. Regresa a Budapest, luego a Río, para acabar en la capital húngara.

Los constantes paralelismos, las aventuras del protagonista que es capaz de vivir en dos mundos, en dos lenguas y con dos mujeres producen una serie de contrastes que se resuelven con humor. Es, también, una novela construida con deliberados simbolismos, sobre las fronteras culturales y la fragilidad del individuo. Con algo de Chejov, Kafka y Borges, Chico Buarque ha elaborado una metáfora de la vida intelectual y del lenguaje sin ninguna pretensión realista.