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Historia del Rey Transparente
Rosa Montero
22 septiembre, 2005 02:00Rosa Montero. Foto: Andres Moreno
He aquí una novela de aventuras sin héroes, sin grandes hazañas, sin proezas memorables. Rosa Montero ha intentado recrear unas vidas en la turbulenta Francia meridional del siglo XII: la Francia culta y delicada de la corte occitana, de Leonor de Aquitania y de las Cortes de Amor, pero también la Francia de la injusticia feudal, del movimiento albigense, de las sangrientas represalias del poder civil y eclesiástico contra los cátaros, de las persecuciones y la violencia.
No tienen demasiado relieve algunos leves deslices, como hablar de la representación de "autos sacramentales" -en el siglo XII- (pág. 150) o denominar "relatos" los lais de María de Francia (pág. 179), así como, en otro terreno, usos más que discutibles ("la piel engrosa", pág. 303; "tema" por ‘asunto’, pág. 59); o formas vulgares del imperativo ("cuidaros", p. 116; "reíros", p. 251) en medio de una prosa culta, en la que incluso los personajes iletrados ostentan un habla de envidiable retórica, como el fornido León: "Me dejaron [...] a la intemperie, en la lluvia y el granizo, en el sol achicharrante, en la despiadada soledad del vértigo, del viento y de los cuervos" (pág. 430).
En cuanto al relato novelesco, está bien organizado, con algún desequilibrio en ciertas peripecias, como la estancia en el castillo de Dhuoda, y con algunas escenas que se alargan excesivamente, como el debate público entre cátaros y teólogos pontificios, simple conversión en forma dialogada de cuestiones muy conocidas. Y lo mismo cabría decir de las disquisiciones sobre el amor cortés, asunto trillado desde los libros clásicos de Jeanroy, Nelli y otros hasta los más recientes divulgadores. Salvo ocasionales rupturas de este tipo, la narración se desenvuelve con buen ritmo y amenidad, y la autora se esfuerza por destacar lo que ya no pertenece a una época, sino que parece inherente al ser humano: la opresión de unos seres por otros, la difícil situación de la mujer en algunas sociedades, la intolerancia, la crueldad, la devastación de la naturaleza con guerras e incendios. Hay una galería nutrida de personajes, como suele ocurrir en las historias itinerantes, aunque la autora no profundiza en ellos. Los destaca por sus anómalas peculiaridades externas: un gigantón forzudo, una enana, un eunuco que tiene la piel tatuada con versos de Homero, una ciega, gentes con amputaciones o cicatrices... Una "tropilla de individuos raros" (pág. 416), como dice la propia Leola al referirse al grupo de personas que ha ido recogiendo. La innegable plasticidad en las descripciones tiene como contrapartida la superficialidad psicológica. A pesar de todo, Historia del Rey Transparente es una novela muy digna que en ningún momento inducirá al tedio a sus lectores.