El copartícipe secreto
Joseph Conrad
8 diciembre, 2005 01:00Joseph Conrad. Foto: Archivo
La editorial Atalanta comienza su travesía con El copartícipe secreto de Joseph Conrad, que inaugura la colección "Ars Brevis" dedicada a presentar pequeñas obras maestras de la narrativa acompañadas de cumplidos ensayos críticos.
El copartícipe secreto viene a representar una síntesis de los rasgos constitutivos más destacables en la narrativa de Conrad. Aquí también, una ambientación marina de la historia, que transcurre a bordo de un velero inglés en el golfo de Siam, sirve como soporte a un microcosmos humano de inagotable significación. El barco y el mar proporcionan el escenario mejor para desarrollar el gran tema de la soledad del individuo que conquista su identidad afrontando con estoicismo las pruebas que el destino le depara. De todo ello emerge una condición moral implícita: la lealtad y la solidaridad, la compasión y la empatía que, presentes o ausentes en los personajes de Conrad, sustentan su visión de la naturaleza humana.
Todo lo dicho destaca aquí sobremanera por la concentración propia de una novela corta. El relato comienza in medias res: el joven capitán, que narra en primera persona, se nos presenta ya al mando. Es, en cierto modo, un advenedizo ante el resto de la tripulación. Enseguida aparece su "segundo yo" en forma de un nadador que, en plena noche, se acerca al buque huyendo de otro navío. La identificación entre ambos se produce inmediatamente, y la clave del "doppelgänger" no puede estar más explícitamente apuntada de lo que es aquí. El relato de las circunstancias por las que Legatt, el intruso, se había convertido en reo de muerte es suficiente para que su huésped lo oculte y lo aproxime a tierra, arriesgando una compleja maniobra de la que sale engrandecido ante las hasta entonces desconfiadas miradas de sus marineros.
Porque El copartícipe secreto es también una historia de aprendizaje. La tensión nunca decae y al relato le acompaña una descripción no menos intensa y poética de la naturaleza que rodea al barco y sus maniobras. Sobre todo, esto último pone a prueba la excelencia de un traductor tan avezado como Torres Oliver.