El tren pasó primero
Elena Poniatowska
2 febrero, 2006 01:00Elena Poniatowska. Foto: Javi Martínez
La escritora mexicana Elena Poniatowska (nacida en París en 1932 y residente en México desde 1941) es ya conocida por los lectores españoles. Obtuvo con La piel del cielo el premio Alfaguara en 2001. Y, al margen de su actividad como novelista, ha cultivado el periodismo y el ensayo.
La novela de Elena Poniatowska constituye un relato vibrante, un hermoso canto al poder de convocatoria del ferrocarril, símbolo de la libertad, y sus diversas gentes en el México postrevolucionario. Ya en la primera parte descubrimos algunas figuras femeninas esenciales que serán determinantes en "la lucha", como Sara, la mujer de Trinidad, Cuca Cifuentes, la mujer de Carmelo, y Bárbara, la sobrina de Trinidad, formada en las lecturas de Simone de Beaouvoir.
Nos hallamos ante una novela de aliento revolucionario, poco frecuente en el actual panorama, donde tanto priva la temática individualista frente a la solidaridad que se manifestó en el socialrealismo, aunque poco tenga que ver ni técnica ni temáticamente con él.
La narradora no disimula su decantación; aunque su autora nunca ha militado políticamente (en estos momentos asesora, sin embargo, al candidato Andrés Manuel López Obredor), pero menciona a algunas precursoras del feminismo hispanoamericano. La evolución del relato nos traslada al ámbito carcelario, donde el líder (son espléndidas las páginas en las que se describe el proceso del nacimiento y desarrollo del líder obrero - principal tema del relato - y su natural condición) sigue empeñado en una lucha personal. Al salir de la cárcel, convertido en héroe, retorna a Nizanda, su pueblo natal, acompañado de Rosa. Entra aquí la novela en otro tiempo y adquiere otras características. Poniatowska nos traslada a paisajes exóticos e idílicos, a un tiempo anterior, aunque en el ámbito de una vida dura, campesina: la infancia y formación del líder. Constituye un remanso en la trepidante "lucha" contra la policía y las autoridades, los mítines y la admiración de sus conciudadanos.
Los saltos atrás, el monólogo interior, han de servirle para ofrecernos la "novela idílica" no sin problemas: la pesca con dinamita en el río acompañando al padre, el descubrimiento del tren, la aparición de los indios mixes... Y, paralelamente, la infancia y adolescencia de Bárbara, huérfana de madre. Todo ello en paisajes descritos con inigualable maestría en un dúctil y brillante estilo en el que alternan descripción y diálogo.
Esta excelente novela no sólo es el canto al ferrocarril, sino un episodio de la historia mexicana, donde se bucea. El líder aglutina, pese a su débil aspecto, pero tras él las mujeres constituyen la auténtica fuerza invisible. Poniatowska ha escrito una crónica obrera, donde no sólo los obreros son protagonistas, y ha trazado el perfil de un héroe con luces y sombras. Sobre todo ello flota un canto a la solidaridad del trabajo. Una novela excelente que acredita la obra bien hecha de una de las grandes voces hispanoamericanas de hoy.